miércoles, 22 de noviembre de 2023

Calatañazor, viaje a la Edad Media


Calatañazor es un pueblecito en la provincia de Soria que conserva toda la estructura medieval, incluida la muralla, que en algunos tramos alcanza los 18 metros de espesor. Se alza sobre una peña escarpada que domina sobre la vega del río Milanos. El nombre deriva del árabe Qal`at an-Nusur y se discute si en origen significa «torre o nido de las águilas», «del azor» o «de los buitres» (tres tipos de aves muy presentes en la zona).

Su origen es un poblado arévaco llamado Voruce del siglo III a. C., citado por el geógrafo griego Ptolomeo, del que se han encontrado algunos restos y cerámicas en el cerro al otro lado del río. Más tarde fue asentamiento romano y después visigodo. Se duda si las tumbas antropomorfas excavadas en la roca a los pies del castillo son de época visigótica o medieval.

En el siglo VIII pasó a estar dominado por los musulmanes, aunque fue reconquistado por los cristianos muy pronto, en el mismo siglo. Como el resto de Soria, al ser tierra de frontera, sufrió periódicas «razzías» de los musulmanes (incursiones sin intención de establecerse en el territorio, con el único propósito de conseguir un botín).

La tradición afirma que «en Calatañazor, Almanzor perdió el tambor» en 1002, ya que fue su primera derrota, de la que huyó a Medinaceli, donde murió a los pocos meses. 

Los estudiosos dicen que Almanzor (Al-Mansur, «el victorioso», que durante 20 años destruyó sin compasión las ciudades cristianas, desde Santiago de Compostela hasta Barcelona) ya venía muy enfermo de su campaña en La Rioja, donde había destruido el monasterio de San Millán, entre otros, y que quizás la derrota no fue tan grave como la pinta la tradición, pero la batalla de Calatañazor no deja de ser un hito en la historia colectiva de España (como la conquista de Numancia por los romanos), presente en las crónicas antiguas, tanto cristianas (Lucas de Tuy, la Historia silense, Rodrigo Jiménez de Rada, Alfonso X…) como musulmanas (Ahmed Mohamed al-Maqqari). 

Lucas de Tuy, a principios del siglo XIII, escribió: «El día de la derrota de Almanzor, un pescador gritaba con voz lamentable en Córdoba, a orillas del Guadalquivir, ora en caldeo (=en árabe), ora en español: “En Canatanazor perdió Almanzor el atambor” (el timbal o sistro, por lo que perdió su alegría). Los bárbaros de Córdoba venían hacia él, pero en cuanto se acercaban, se desvanecía, para reaparecer en seguida en otro lugar repitiendo la misma lamentación».

La llanura a los pies del castillo se llama hasta el presente «Valle de la Sangre» en recuerdo de aquellos episodios, que Gerardo Diego canta en uno de sus poemas:

Azor, Calatañazor, 
juguete. 
Tu puerta, ojiva menor, 
es tan estrecha, 
que no entra un moro, jinete, 
y a pie no cabe una flecha.

Descabalga, Almanzor. 
Huye presto.

Por la barranca brava, 
ay, y cómo rodaba, 
juguete, 
el atambor.

Desde el siglo XII fue cabeza de una «comunidad de villa y tierra» con más de 20 aldeas dependientes. En su término llegó a tener 12 parroquias, aunque hoy está casi despoblado. Perteneció primero a la casa de Padilla, después a la de Medinaceli y finalmente a la de Feria.

Llama la atención la arquitectura popular, con casas porticadas en la calle principal. Normalmente, las plantas bajas son de mampostería con algunos sillares y los pisos superiores son tapiales de ladrillos y adobes con entramados de madera de sabina. 

Las puertas de cuarterón conservan antiguos herrajes y las ventanas son pequeñas (las antiguas, sin vidrios, por supuesto), para conservar el calor. 

También son características las chimeneas cónicas, típicas de la tierra de pinares (herencia de las casas celtíberas), y el empedrado de cantos rodados en las calles. Algunos muros de corrales e incluso de casas son de «piedra en seco» (sin mortero para unirlas).

La iglesia parroquial de Santa María del Castillo conserva restos de los siglos XII al XVIII, una pila bautismal románica del siglo XI y otra del XII, una Virgen románica que preside el retablo principal (la titular del templo), un Cristo gótico del XV (el Cristo «del Amparo»), colocado en un elegante retablo churrigueresco, un retablo mayor protobarroco de los siglos XVI-XVII, con escenas de la vida de la Virgen y esculturas de santos de factura muy popular y tosca (el sagrario y camarín de la Virgen son un añadido del s. XVIII), un par de retablillos neoclásicos, unas curiosas águilas-ambones y un órgano portátil para usar en las procesiones, con teclado de boj y tubos de madera

En el museo parroquial, situado en la sacristía y en las claustras (piso sobre la nave), hay esculturas, pinturas (algunas góticas de influencia italiana y un retrato de la Virgen María de influencia flamenca), orfebrería (destaca una custodia-cáliz), numerosos documentos en vitela (privilegios reales, ejecutorias, pleitos…), partituras musicales y una matraca (para llamar al culto durante la Semana Santa). En la sacristía hay, también, una curiosa caja fuerte en el muro.

Los restos del castillo son del siglo XV (aunque incorpora elementos anteriores). En la plaza se conserva el «rollo» jurisdiccional o «picota» del siglo XV y unos fósiles de hojas de palmera, que nos hablan de un clima distinto en la zona hace unos veinte millones de años. 

A los pies del pueblo están la ermita románica de La Soledad y los restos de la de San Juan, de la misma época. 

En el pueblo hubo una famosa sedería y se conservan casullas de sus talleres en las catedrales de El Burgo de Osma y Santiago de Compostela, por ejemplo.

La convivencia del sábado pasado fue preciosa. Nos hizo muy buen tiempo y disfrutamos del arte, la historia y la espiritualidad, con momentos para la oración y la convivencia. Agradezco a Raquel Gil Ropero las fotografías.

Foto del grupo en la iglesia de Calatañazor. Faltan los que se unieron en Abejar, donde comimos y tuvimos la eucaristía.

El párroco, D. Pedro Utrilla, y yo dando explicaciones al grupo.

Visitando la sacristía de la iglesia de Calatañazor.

Fachada de la iglesia, que conserva la puerta original del siglo XII. En la fachada se aprecian elementos de distintas épocas, que testimonian la evolución del edificio.

Retablo mayor, con tres partes distintas de los siglos XVI, XVII y XVIII. En el centro del camarín se conserva la imagen románica de la Virgen del Castillo, la titular de la parroquia.

Retablo churrigueresco que alberga la imagen del Cristo del Amparo, del siglo XV, con los brazos abiertos para acoger a todos los que se acercan a él.

Retablo neoclásico de san José, en un lateral del altar mayor.

Retablo neoclásico de san Juan Bautista, situado enfrente del de san José.

Pila bautismal del siglo XI, entre los pendones, delante de un estandarte.

Pila bautismal del siglo XII, que es la original de esta iglesia y se encuentra en una capilla lateral desde la que se accede al museo.

Órgano procesional, con los tubos de madera y varias asas de hierro para trasladarlo por las calles de la ciudad durante las procesiones. Sigue funcionando y se usa para dar conciertos.

Vistas del castillo desde una ventana del museo.

Tablas góticas de influencia italiana, que formaban parte de un retablo: la oración en el huerto de los olivos y el momento en que Jesús es apresado.

Tablas góticas de influencia italiana, que formaban parte de un retablo: la flagelación y Jesús con la cruz a cuestas.

Imágenes de san Roque y san Antonio de Padua.

Tallas del museo: el Niño Jesús, la Virgen Inmaculada, santo pontífice y san Antón.

Visitando la ermita de Nuestra Señora del Camino en Abejar.

Compartiendo la comida en Abejar.

Un precioso momento de convivencia y recreación.

Celebrando la misa en la parroquia de san Juan Bautista de Abejar.

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