sábado, 11 de marzo de 2023
Reflexiones sobre el domingo cristiano (1. Introducción)
Aunque con poca voz, aquí hablo del domingo cristiano. Primera charla cuaresmal en la iglesia de El Salvador de la ciudad de Soria.
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos se sintieron fascinados por los movimientos de los astros. De una manera especial, llamaba su atención el cambio de la luna en cuatro fases de siete días: luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante, lo que dio lugar al cómputo del tiempo en semanas de siete días y meses de cuatro semanas, tal como aparece en los calendarios más primitivos.
El cómputo mensual ha sufrido numerosas adaptaciones hasta alcanzar el sistema actual, que ya no es propiamente lunar, sino una división del año solar, que conserva un eco del ritmo lunar anterior. Por el mismo motivo, la semana tampoco se corresponde con las fases de la luna, pero sigue siendo el sistema generalizado para el cómputo de los días hasta hoy, a pesar de los varios intentos de sustituirlo por otro.
Para eliminar el domingo y acabar con las celebraciones cristianas, la Revolución Francesa estableció un «calendario republicano francés», con semanas de diez días, vigente entre 1792 y 1806. Con el mismo propósito, Lenin estableció un «calendario revolucionario soviético», con semanas de cinco días, utilizado entre 1929 y 1940. De momento, ni estos ni otros intentos similares han tenido éxito.
Hasta hace pocos años, en gran parte de los países cristianos, el domingo aún conservaba toda la importancia que la tradición le había conferido. Los negocios y oficinas cerraban rigurosamente. La gente vestía sus ropas más elegantes. En cada templo había una «misa mayor» a media mañana. Era común juntarse con los parientes más cercanos en la casa de los abuelos, para la comida del mediodía, precedida por el vermut y entremeses. Por la tarde se iba al fútbol o al cine (no había partidos ni proyecciones los otros días de la semana). El lunes se regresaba a la rutina ordinaria.
La sociedad contemporánea ya no distingue unos días de otros, ni en los vestidos, ni en las comidas, ni en los entretenimientos. Los turnos de trabajo, las actividades deportivas para los niños, las ofertas de ocio y los desplazamientos masivos durante el fin de semana dificultan el cumplimiento del precepto dominical, del que las nuevas generaciones se desentienden mayoritariamente.
A pesar de todo, la Iglesia no cesa de recordar su importancia, por eso queremos reflexionar sobre sus orígenes bíblicos y su significado para nosotros. Comencemos con algunas citas del magisterio más reciente:
«El domingo, en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto» (Código de derecho canónico, 1246 § 1).
«La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del día mismo de la resurrección de Cristo, celebra el Misterio Pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1Pe 1,3)» (Sacrosantum Concilium 106).
«El domingo, en cuanto es el “primer día”, recuerda la primera creación. En cuanto es el “octavo día”, que sigue al sábado, significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo» (Catecismo 2174).
«El domingo ha tenido siempre una consideración privilegiada por su estrecha relación con el núcleo mismo del misterio cristiano. Es la Pascua de la semana, en la que se celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, la realización en él de la primera creación y el inicio de la “nueva creación”» (San Juan Pablo II, Dies Domini, 1).
«Participar en la asamblea litúrgica dominical, junto con los hermanos y hermanas con los que se forma un solo cuerpo en Jesucristo, es algo que la conciencia cristiana reclama y que al mismo tiempo la forma… De este día brota el sentido cristiano de la existencia y un nuevo modo de vivir el tiempo, las relaciones, el trabajo, la vida y la muerte». (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 73).
«El domingo no es el día para cancelar los otros días sino para recordarlos, bendecirlo y hacer las paces con la vida. ¡Cuánta gente que tiene tanta posibilidad de divertirse no vive en paz con la vida! El domingo es el día para hacer las paces con la vida, diciendo: “La vida es preciosa; no es fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa”... La verdadera paz no es cambiar la propia historia sino acogerla, valorarla, así como ha ido» (Papa Francisco, Catequesis 5-9-2018).
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