Queridos amigos:
Nos disponemos, un año más, a celebrar la santa Navidad, que nos recuerda el amor de Dios por nosotros y por todos los hombres: «Tanto amó Dios al mundo, que envió a su propio Hijo, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3,16).
No estamos hablando del pasado, sino de una realidad actual, como nos recuerda san Juan de la Cruz: «Siempre descubrió el Señor los tesoros de su Sabiduría y Espíritu a los mortales. Pero ahora que la malicia va descubriendo más su cara, más los descubre» (Dichos, 1).
El santo carmelita estaba convencido de que la gracia y el amor de Dios no son cosas de otros tiempos, sino que él sigue actuando siempre, también en nuestros días, e incluso más en estos tiempos que en los que nos precedieron. Por eso es tan necesario que tengamos los ojos bien abiertos, para descubrir su presencia en nuestras vidas.
No vale la pena malgastar energías en lamentarnos por lo mal que anda el mundo y cosas por el estilo. Ya sabemos que hay muchas realidades que no funcionan en la sociedad y en nuestras vidas personales. Eso es cierto, pero no es toda la verdad.
Hay algo mucho más importante que los males presentes: El amor de Dios, que es desde siempre y será para siempre.
Jesucristo no vino a la tierra en un mundo ideal, sino en una realidad imperfecta y conflictiva. Así fue hace más de dos mil años y así sigue siendo hoy.
Él sigue actuando y manifestando su gracia, por lo que lo verdaderamente urgente es descubrir su cercanía, acoger sus visitas, dejarnos llenar de su amor y colaborar con él en la construcción de un mundo más justo y fraterno.
Yo llevo varios días entre el hospital y el convento, ya que tengo a mi madre ingresada con un virus respiratorio, que está atacando especialmente a los niños y a los ancianos. ¡También allí está el Señor!
Él nos ha dicho que pueden ser también felices los pobres, los enfermos, los que tienen hambre... Reír es bueno y saludable, pero también los que lloran pueden ser bienaventurados, dichosos, felices.
La verdadera felicidad brota de saber que el «Dios de los ejércitos», ante el que hay que presentarse «con temor y temblor», se ha hecho «Dios-con-nosotros», «Dios-entre-nosotros», «Dios-para-nosotros».
Voluntariamente, él se ha hecho débil para fortalecernos, se ha hecho pobre para enriquecernos, se ha hecho pequeño para engrandecernos. «¡Oh dulcísimo amor de Dios mal conocido! El que halló sus venas descansó» (San Juan de la Cruz, Dichos, 16).
El Señor Jesús nos conceda a todos vivir en su amistad y gozar de sus bendiciones en estas navidades y durante el nuevo año 2023.
La Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, nos ayude a vivir gozosamente la fe, como hijos fieles de la Iglesia.
El Señor Jesús nos conceda a todos vivir en su amistad y gozar de sus bendiciones en estas navidades y durante el nuevo año 2023.
La Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, nos ayude a vivir gozosamente la fe, como hijos fieles de la Iglesia.
La foto es de la capilla de nuestro convento de Soria. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
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