Aunque estamos a mediados de agosto, hace dos días pasaron por Soria algunos centenares de cigüeñas que iban hacia el sur. Al salir de la misa de la tarde, todos nos quedamos sorprendidos al verlas descansar en los tejados, árboles y jardines de alrededor de la iglesia. Pasaron aquí la noche y, antes del amanecer, al día siguiente continuaron su viaje.
Los poetas las han cantado muchas veces. Antonio Machado habla de ellas al menos en diez poemas distintos. Aquí recojo uno simpático, bien conocido:
¡Oh tarde luminosa!
El aire está encantado.
La blanca cigüeña
dormita volando,
y las golondrinas se cruzan, tendidas
las alas agudas al viento dorado,
y en la tarde risueña se alejan
volando, soñando...
Y hay una que torna como la saeta,
las alas agudas tendidas al aire sombrío,
buscando su negro rincón del tejado.
La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y disforme, ¡tan disparatada!,
sobre el campanario.
Les pongo algunas fotos para que las vean.
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