miércoles, 2 de marzo de 2022

Para comprender lo que está pasando en Ucrania


Soria, a 2 de marzo de 2022. Quiero compartir con mis amistades una reflexión en este Miércoles de Ceniza, en el que el papa nos ha pedido orar por la paz en Ucrania. Dice santa Teresa de Jesús que no basta con repetir fórmulas, sino que tenemos que pensar quién soy yo que hablo, con quién hablo y qué es lo que le quiero decir. Así, al orar por la paz, no puedo dejar de pensar en lo que está sucediendo, para intentar comprenderlo y para pedir al Señor que nos dé luz a todos.

Comencemos recordando que muchos rusos soñaban con la libertad durante los tiempos del comunismo. Pero, al caer la URSS, se encontraron con un mundo que no comprendían y al que no sabían adaptarse, por lo que añoraban volver atrás en el tiempo. Putin es solo un representante de muchos otros con ideas muy similares.

Me duele reconocerlo, pero en la Iglesia estamos viviendo el mismo proceso. Hay muchos jóvenes que añoran la liturgia tradicional, que nunca han vivido, porque nacieron cuando ya no se celebraba regularmente. Como son incapaces de situarse en este mundo cambiante, complejo, hostil muchas veces, aunque fascinante, idealizan un pasado en el que querrían refugiarse. Pero al pasado no se puede regresar, aunque nos cueste.

Es como cuando los judíos atravesaban el desierto guiados por Moisés. El camino hacia la libertad no resultaba sencillo, por lo que echaban de menos los ajos y cebollas de Egipto y querían volver atrás. Es como si se les olvidaran las humillaciones y los sufrimientos del pasado ante las dificultades del presente. 

Los que tuvimos una infancia feliz tendemos a idealizar lo que vivíamos: el sabor de las comidas de nuestras abuelas, los abrazos de nuestras madres, los cantos de nuestras tías, los olores de la tierra mojada en primavera y de los pucheros hirviendo sobre el fogón de leña... Todo eso era verdad, pero no era toda la verdad, era solo la que percibíamos y en la que nos gustaría refugiarnos cuando las cosas se ponen difíciles.

Mi madre tiene 91 años y va perdiendo facultades, pero siempre repite que ella no querría volver atrás, que lo que vivió, vivido está, pero ahora le toca vivir en el presente. Necesitamos gente con esa clarividencia.

Les propongo unos párrafos tomados del libro "El fin del homo sovieticus", escrito por Svetlana Aleksiévich, premio Nóbel de literatura en 2015, que recoge entrevistas a personas de la antigua Unión Soviética, publicado en ruso en 2013 y traducido al español en 2015, páginas 28-30. 

Creo que nos ayudan a comprender lo que está sucediendo en Ucrania, presentando la reflexión de una persona que nació en un mundo que ya no existe y no se termina de adaptar al mundo de hoy, por lo que añora lo que tenía. A partir de aquí la reflexión no es mía, sino que copia del libro:

Gorbachov es un agente secreto de los estadounidenses… Un masón… Traicionó al comunismo. ¡Mandó a los comunistas al basurero y al Komsomol [la organización juvenil del partido comunista] a la chatarrería! Odio a Gorbachov, porque me robó la Patria. 

Conservo mi pasaporte soviético como el mayor de mis tesoros. Sí, es cierto que nos tirábamos horas haciendo cola para comprar pollos azulados y patatas podridas, pero teníamos una patria. Y yo la amaba. Vosotros [se refiere a los ucranianos, parte de la URSS, pero nunca totalmente rusos] vivíais en «un país del tercer mundo lleno de misiles», mientras que ¡yo vivía en un gran país! 

Occidente siempre ha considerado a Rusia un enemigo, y la teme. Es un hueso que tiene atragantado. Nadie quiere una Rusia fuerte, sea con comunistas o sin ellos. Nos miran como a un almacén lleno de petróleo, gas, madera y metales preciosos.

Y nosotros les cambiamos petróleo por bragas. Pero nosotros tuvimos una civilización sin trapos ni baratijas. ¡La civilización soviética! Algunos necesitaban destruirla. 

Fue una operación de la CIA. Ahora nos gobiernan los estadounidenses. Y bien que le llenaron los bolsillos a Gorbachov para que llegáramos a esto… 

Tarde o temprano, Gorbachov será juzgado. Espero que ese Judas viva lo suficiente como para conocer en sus propias carnes la ira del pueblo. Yo estaría encantado de pegarle un tiro en la nuca en el polígono de Bútovo [campo de concentración comunista y lugar de ejecución masiva de todos los disidentes].

¿Con que esta era la felicidad, eh? ¡Los embutidos y los plátanos! Estamos hundidos en la mierda y todo lo que comemos nos llega de fuera. La patria de antaño ha sido sustituida por un enorme supermercado. Si esto es lo que llaman libertad, yo no la quiero para nada.

¡Qué asco! No podíamos caer más bajo. Somos esclavos. ¡Sí, esclavos! Con los comunistas, las cocineras regían el Estado, como dijo Lenin. Mandaban los obreros, las ordeñadoras, las tejedoras… Ahora el Parlamento ha sido ocupado por bandidos, por millonarios en dólares. Deberían ocupar una celda en la cárcel y no un escaño en el Parlamento. 

¡La dichosa perestroika fue una absoluta tomadura de pelo! Yo nací en la URSS y me gustaba el país donde vivía. Mi padre, comunista, me enseñó las primeras letras sirviéndose de las páginas de Pravda [el periódico oficial de la época, que era el único que se podía leer]. 

No nos perdíamos ni una sola manifestación en las fechas festivas. E íbamos a manifestarnos con los ojos llenos de lágrimas. Fui pionero [la asociación infantil de comunistas] y llevé la pañoleta roja. Pero entonces llegó Gorbachov y no tuve tiempo de ingresar en las Juventudes Comunistas. ¡Qué pena! ¿Que soy un sovok [los que siguen siendo comunistas de una manera acrítica y visceral]? 

Mis padres son unos anticuados, y mis abuelos también. Mi anticuado abuelo murió en la batalla de Moscú en 1941… Y mi anticuada abuela se incorporó a los partisanos. 

Pero parece que ahora conviene olvidar el pasado para que los señores liberales se llenen los bolsillos. Quieren que convirtamos nuestro pasado en un agujero negro. 

Los odio a todos: a gorbachov, a shevardnadze, a yákovlev (escriba sus nombres sin las iniciales mayúsculas), ¡los odio a todos! No quiero que nuestro país siga los pasos de Estados Unidos. Yo lo que quiero es que regresemos a la URSS…

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