- Señor, ábreme los labios.
- Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Antífona: Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se manifiesta a los sencillos.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
- Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se manifiesta a los sencillos.
Sabed que el Señor es Dios,
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
- Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se manifiesta a los sencillos.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre.
- Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se manifiesta a los sencillos.
El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.
- Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se manifiesta a los sencillos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
- Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se manifiesta a los sencillos.
HIMNO
A Martín, amable, con gozo inmenso
la piedad de los fieles hoy recuerda;
su humildad con el cielo ya Dios premia
en un mar de luz.
Despreciaste cuanto cotiza el mundo:
honor, soberbia, placer y alabanzas;
y, buscando lo humilde, que Dios ama,
con él te uniste.
Para ser de Cristo fiel imagen,
sabiamente quisiste ser humilde;
sirviendo con amor a los hermanos,
buscaste el cielo.
Oh, Martín, desde el cielo tú nos dices
que el mal todos los hombres abandonen:
ambiciones, el lujo y la arrogancia,
y la paz busquen.
Gloria eterna a la Trinidad sea,
pídele tú, humilde, pobre y bueno,
que nos conceda andar por tu sendero
hacia el cielo. Amén.
SALMODIA
Antífona 1: Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha.
(Salmo 17)
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos.
Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dad gracias al Señor que manifestó su misericordia en el humilde Martín con tantos dones celestiales.
(Dan 3,52-57)
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Dad gracias al Señor que manifestó su misericordia en el humilde Martín con tantos dones celestiales.
Antífona 3: Lo que hicisteis con uno de mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
(Sal 91)
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios.
En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Lo que hicisteis con uno de mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
LECTURA (Rom 12,4-8)
RESPONSORIO
— Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas. * Y cumplid así la ley de Cristo.
— Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas. * Y cumplid así la ley de Cristo.
— Amaos unos a otros, ya que el amor es de Dios.
— Y cumplid así la ley de Cristo.
— Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
— Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas. * Y cumplid así la ley de Cristo.
BENEDICTUS
Antífona: El justo reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El justo reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta.
Demos gracias a Dios Padre, que en san Martín de Porres otorga a la Iglesia un ejemplo insigne de humildad evangélica, y acudamos a él con confianza, diciendo:
— Señor, daños tu Espíritu Santo.
Concluyamos nuestra oración con las palabras de Jesús, nuestro maestro:
— Padre nuestro…
Padre celestial, que has querido conducir a san Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del cielo; concédenos la gracia de seguir sus ejemplos, para que merezcamos ser coronados con él en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El justo reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta.
PRECES
Demos gracias a Dios Padre, que en san Martín de Porres otorga a la Iglesia un ejemplo insigne de humildad evangélica, y acudamos a él con confianza, diciendo:
— Señor, daños tu Espíritu Santo.
Concede a tus fieles tu sabiduría eterna, escondida a los sabios y entendidos,
— para que con el bienaventurado Martín den gracias a tu santo nombre con sencillez y sea gloria suya tu alabanza.
Tú que hiciste a san Martín dócil a tu Palabra,
— concédenos guardar con fidelidad tus mandamientos, para que con la fuerza del Espíritu Santo permanezcamos en ti y tú en nosotros.
Tú que con la caridad de san Martín aliviaste las necesidades de los pobres,
— enséñanos a socorrer con nuestros bienes a los necesitados y a descubrirte en los que sufren.
Haz, Señor, que los que tienen en su mano los destinos de los pueblos no cuiden solo del bienestar de su nación,
— sino que respeten y piensen también en los demás pueblos, evitando toda discriminación.
— Padre nuestro…
ORACIÓN
Padre celestial, que has querido conducir a san Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del cielo; concédenos la gracia de seguir sus ejemplos, para que merezcamos ser coronados con él en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
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