domingo, 10 de enero de 2021

Textos para orar en la fiesta del bautismo del Señor


1- "Tú te has revolcado durante mucho tiempo en el barro, apresúrate ahora hacia el Jordán, no ante la llamada de Juan, sino a la voz de Cristo. En efecto, el río de la gracia corre por todas partes. No tiene cauces en Palestina para desaparecer en el vecino mar, pero envuelve la tierra entera y desemboca en el Paraíso, corriendo a contracorriente de los cuatro ríos que allí descienden y llevando al Paraíso cosas más preciosas que las que salen de él. Porque estos aportan perfumes, cultivo y germinación de la tierra; y él, hombres engendrados por el Espíritu Santo. Imita a Noé y lleva el evangelio, como él el arca. Abandona el desierto, es decir, el pecado. Atraviesa el Jordán. Apresúrate a la vida según Cristo, hacia la tierra que da frutos de alegría, donde según la promesa corren leche y miel. Derriba a Jericó, la vieja costumbre, no la dejes fortificarse. Todas esas cosas son figura nuestra. Todas son prefiguraciones de las realidades que ahora se manifiestan" (San Gregorio de Nisa).

2-  Padre santo, que en el bautismo de Cristo en el Jordán, quisiste revelar solemnemente que él era tu Hijo amado enviándole el Espíritu Santo, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu amistad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

3-  Lectura del profeta Isaías. Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi Espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no voceará. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Yo, el Señor, te he hecho alianza del pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.

4-  Aleluya, aleluya, el Señor es nuestro rey.

La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.

El Dios de la gloria ha tronado. En su templo, un grito unánime: ¡Gloria!
El Señor se sienta por encima del aguacero, el señor se sienta como rey eterno.

5-  Lectura del santo evangelio según san Marcos. En aquel tiempo, Juan proclamaba: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Por entonces llegó Jesús a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”.

6-  Hoy es el primer domingo después de Epifanía y celebramos el bautismo del Señor en el río Jordán. Con esta fiesta concluye el tiempo de Navidad y comienza el tiempo ordinario.

En Navidad contemplamos el inmenso amor de Dios, que le ha llevado a despojarse de su condición divina y a hacerse uno de nosotros. Se rompen todos nuestros esquemas cuando el Creador se hace criatura, el Señor se hace siervo, nuestro Rey se convierte en nuestro hermano.

Más tarde, en su predicación, Jesús llamará dichosos (=bienaventurados, felices) a los sencillos y a los pequeños. Es decir, a los que viven como María y José en Nazaret, dedicados al trabajo, a la vida familiar, a la oración, a las relaciones con los vecinos... descubriendo la cercanía de Dios en la vida cotidiana. Jesús hizo presente a Dios en las alegrías y sufrimientos cotidianos. Ahí hemos de encontrarlo nosotros también.

El bautismo de Cristo supone el paso de su vida escondida a su vida pública, y manifiesta la identidad y la misión del Niño que nació en Belén treinta años atrás.

Juan predicaba la conversión, invitando a la penitencia, y la gente se hacía bautizar «confesando sus pecados». Jesús se somete a este rito (con escándalo del mismo Juan), «para que se cumpla todo lo que Dios ha dispuesto». Descendiendo a la profundidad de la oscuridad y de la muerte que causan nuestros pecados, Jesús abre el camino de la luz y de la vida. Por eso, al mismo tiempo que se abren los cielos, se derrama el Espíritu Santo y Jesús es declarado Hijo por la voz del Padre.

El Padre reconoce a Jesús como su «Hijo». La palabra utilizada es «pais», que puede significar tanto ‘hijo joven’ como ‘siervo’. Como si dijera: «Este es mi muchacho», utilizando a propósito una palabra ambigua. Encontramos la misma palabra en el salmo 2, que se cantaba en la entronización de los reyes de Israel: «Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy», así como en los cánticos del siervo de Yavé: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto mi Espíritu sobre él».

En el momento en que Jesús inaugura su misión se presenta con los rasgos del rey davídico, al mismo tiempo que con los del profeta-siervo, que quita el pecado del mundo, cargándolo sobre sus espaldas. Este mesías no se distancia de nuestra historia, de nuestras miserias. Por el contrario, se hace solidario con nosotros hasta las últimas consecuencias. Es el misterio del rey que se hace siervo por amor.

El mismo Espíritu que lo consagra, después lo empuja al desierto, donde es tentado. Así se revela plenamente el significado de la encarnación, del vaciamiento de Cristo, que se despojó de la forma de Dios y tomó la condición de siervo en favor de los hombres.

Las tentaciones se refieren a la manera de entender su mesianismo. Dios le pide el servicio y la obediencia. Satanás le ofrece el triunfo y el poder. Jesús se abandona en las manos del Padre, a pesar de que el papel del siervo de Yahvé no sea claro y parezca condenado al fracaso: «Aprendió sufriendo a obedecer».

Renovemos las promesas de nuestro bautismo y pidamos a Jesús que nos dé un corazón humilde y servicial, como el suyo, para que siempre estemos dispuestos a hacer la voluntad de Dios, fiándonos de él, aunque nos cueste.

7-  ¿Renunciáis a Satanás: al pecado, como negación de Dios; al mal, como signo del pecado en el mundo; al error, como negación de la verdad; a la violencia, como contraria a la caridad; al egoísmo, como falta de testimonio de amor? SÍ, RENUNCIO.

¿Renunciáis a las obras opuestas al evangelio de Jesús, que son: la envidia y el odio, la pereza y la indiferencia, la cobardía y la pusilanimidad, el materialismo y la sensualidad desordenada, la injusticia y el favoritismo, el engaño y el soborno? SÍ, RENUNCIO.

¿Renunciáis a los criterios y comportamientos que llevan a creerse los mejores, verse superiores, creerse ya convertidos del todo, buscar el dinero como el máximo valor, buscar el placer como única ilusión, buscar el propio interés por encima del bien común? SÍ, RENUNCIO.

¿Creéis en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra? SÍ, CREO.

¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de la Virgen María, padeció y fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre? SÍ, CREO.

¿Creéis en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna? SÍ, CREO.

Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha nos ha perdonado los pecados y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve unidos a Jesucristo para la vida eterna. AMÉN.

8-  Señor Jesús, cuando fuiste bautizado en el río Jordán se manifestó el misterio de la Santísima Trinidad, porque la voz del Padre dio testimonio de ti, llamándote «Hijo Amado» y el Espíritu Santo, en forma de paloma, te consagró. Ten piedad de nosotros y danos tu salvación.
– OH CRISTO, NUESTRO DIOS Y NUESTRO HERMANO, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

Cristo, Dios y hombre verdadero, tú que aceptaste ser bautizado por Juan en el Jordán para nuestra salvación, perdona nuestros pecados y renueva en nosotros la gracia del bautismo.
– OH CRISTO, NUESTRO DIOS Y NUESTRO HERMANO, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

Cristo, tú santificaste las corrientes del Jordán, aplastaste el poder del pecado, inclinaste la cabeza ante la mano de Juan, el Precursor, y salvaste al género humano del error, ten piedad de nuestros seres queridos y de cuantos se encomiendan a nuestra oración.
– OH CRISTO, NUESTRO DIOS Y NUESTRO HERMANO, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

AGUA, LÁVAME, PURIFÍCAME; DAME, AGUA, TU ESPÍRITU; AGUA, LÁVAME.

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