sábado, 1 de octubre de 2022

Laudes en la fiesta de santa Teresa de Lisieux


Oración de la mañana en la fiesta de santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz.

Celebra hoy la Iglesia a santa Teresa del Niño Jesús. Nacida en Alençon  (Normandía-Francia) el año 1873, entró en el Carmelo de Lisieux a los quince años. Allí murió el 30 de septiembre de 1897, a los 24 años. En su autobiografía, «Historia de un alma», ha dejado el testimonio espiritual de su vida de fe y abandono en Dios Padre en medio de pruebas y sufrimientos: «He hallado mi propio lugar en la Iglesia; en el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor». Se ofreció a sí misma como «víctima al amor misericordioso de Dios». El papa Pío XI, que la canonizó en 1925, la declaró también patrona de las misiones católicas. El papa Juan Pablo II la declaró doctora de la Iglesia en 1997.

- Señor, ábreme los labios.
- Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Antífona. Venid, adoremos al Señor, Dios nuestro, que se revela a los pequeños.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

- Venid, adoremos al Señor, Dios nuestro, que se revela a los pequeños.

Sabed que el Señor es Dios,
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

- Venid, adoremos al Señor, Dios nuestro, que se revela a los pequeños.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre.

- Venid, adoremos al Señor, Dios nuestro, que se revela a los pequeños.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.

- Venid, adoremos al Señor, Dios nuestro, que se revela a los pequeños.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

- Venid, adoremos al Señor, Dios nuestro, que se revela a los pequeños.

Himno

Aromar nuestra tierra en la fragancia
de Dios, en una lluvia florecida,
regresarnos al sueño de la infancia,
niños de Dios, y el alma estremecida:

Fue tu anhelo, Teresa. Entre los brazos
del Padre Dios subir hasta el asombro
y la miel de su amor y sus abrazos,
niños sobre la curva de su hombro.

En abandono audaz y en confianza,
en pequeñez tan alta de estatura,
que el corazón alcance la esperanza
de lograr del amor la misma altura.

Niños de Dios, nuestra humildad ansía
la lluvia celestial de tus rosales.
Haz que una nueva primavera ría
en la reseca piel de lo eriales. Amén.

Salmos

Antífona 1. Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, 
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti, 
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario 
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida, 
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré 
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca, 
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti 
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio, 
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1. Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene.

Antífona 2. Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, 
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; 
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor; 
ejércitos del Señor, bendecid al Señor;
Sol y luna, bendecid al Señor; 
astros del cielo, bendecid al Señor;

Lluvia y rocío, bendecid al Señor; 
vientos todos, bendecid al Señor;
Fuego y calor, bendecid al Señor; 
fríos y heladas, bendecid al Señor;

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; 
témpanos y hielos, bendecid al Señor;
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; 
noche y día, bendecid al Señor;

Luz y tinieblas, bendecid al Señor; 
rayos y nubes, bendecid al Señor;
Bendiga la tierra al Señor, 
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor; 
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; 
mares y ríos, bendecid al Señor;

Cetáceos y peces, bendecid al Señor; 
aves del cielo, bendecid al Señor;
Fieras y ganados, bendecid al Señor; 
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor; 
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; 
siervos del Señor, bendecid al Señor;

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; 
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor;
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor; 
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, 
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, 
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Antífona 2. Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Antífona 3. El Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador, 
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas, 
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo 
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria 
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca 
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos 
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas, 
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada 
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3. El Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.

Lectura (Rom 8,14-17)

Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba!, Padre». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.

Responsorio

V/. Yo haré derivar hacia ella, * Como un río, la paz.
R/. Yo haré derivar hacia ella, * Como un río, la paz.
V/. Como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.
R/. Como un río, la paz.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Yo haré derivar hacia ella, * Como un río, la paz.

Benedictus

Antífona. Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, 
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación 
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo 
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos 
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza 
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, 
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, 
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, 
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación, 
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, 
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona. Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.

Preces

Pidamos a Cristo, el Señor, que nos dio en santa Teresa del Niño Jesús un modelo de vida evangélica, y digámosle confiadamente:
― Te alabamos, Señor.

Señor, que dijiste: «El que tenga sed, que venga a mí y beba»,
― danos una sed ardiente de tu amor.

Señor, que dijiste: «Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos»,
― haznos sencillos de corazón a la hora de amarte.

Señor, que dijiste: «Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta»,
― inspíranos confianza filial en tu misericordia.

Señor, que dijiste: «El que cumple la voluntad de mi Padre entrará en el reino de los cielos»,
―enséñanos a observar fielmente tus mandamientos.

Señor, que dijiste: «Os aseguro que cuanto hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»,
― ilumina nuestros ojos y abrasa nuestro corazón para que, a lo largo de este día, te veamos y te amemos en todos los hermanos.

Señor, que dijiste: «La mies es abundante, pero los trabajadores pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies»,
― enciende en nosotros el mismo espíritu misionero que ardió en el corazón de santa Teresita.

Concluyamos nuestra alabanza matutina con la oración de los cristianos: Padre nuestro.

Oración

Padre celestial, que eres más tierno que una madre y has preparado tu reino para los humildes y los sencillos, concédenos la gracia de seguir confiadamente el camino de santa Teresa del Niño Jesús para que nos sea revelada, por su intercesión, tu gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.


El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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