domingo, 15 de enero de 2023

El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Domingo 2 del Tiempo Ordinario, ciclo "a"


En el evangelio que se lee en la misa del domingo segundo del Tiempo Ordinario (ciclo "a"), Juan Bautista afirma que Jesús es "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). En la Biblia aparecen muchas veces los corderos (y no solo en ambiente de sacrificios). Veamos algunos textos que nos ayudan a comprender lo que Juan quería decir:


Comencemos recordando que, en hebreo, la palabra "son" (que traducimos por "rebaño") se usa para el ganado menor, por lo que puede referirse a las ovejas, a las cabras o a ambos tipos de animales a la vez y que la palabra "se" sirve igualmente para nombrar a un cordero y a un cabrito, por lo que -en principio- no hay mucha diferencia entre ambos animales.

Cuando el rey David cometió unos pecados terribles (adulterio, engaño, traición y asesinato), el profeta Natán, para hacerle comprender la gravedad de su comportamiento, le habló de un pobre que tenía una corderilla a la que había criado en su casa, en compañía de sus hijos. Un hombre rico se la arrebató, la mató y se la ofreció como comida a un huésped. Al oírlo, David se enfadó y quería vengar a la ovejita. Natán se sirvió de esa imagen para hacer comprender al rey su pecado y para ayudarle a emprender un camino de arrepentimiento (2Sam 12).

De hecho, David había sido pastor de ovejas antes que rey y más de una vez había arriesgado su vida para salvar a un cordero del león o del oso (cf. 1Sam 17,34-35). De todos los poemas que compuso, el más recordado es el salmo del Buen Pastor (Sal 23), que usa la imagen del pastor que cuida sus ovejas para hablar de la relación entre Dios y los hombres.

El profeta Isaías también presenta a Dios como pastor de ovejas en una de sus imágenes más tiernas, cuando habla del futuro regreso de los exiliados a la Tierra Santa: "El Señor llega con poder. Como pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres" (Is 40,10-11).

En el culto que se ofrecía a Dios, lo ordinario era sacrificar un cordero para suplicar su ayuda, para darle gracias o para pedir perdón. Los ejemplos más claros son el del sacrificio pascual (Éx 12) y el sacrificio expiatorio para el perdón de los pecados en la fiesta del Yom Kippur (Lev 16).

La alianza del Sinaí se selló con la sangre derramada de un cordero. Y, en la Última Cena, Jesús mismo afirmó que su sangre era el sello de la nueva y definitiva alianza.

El Siervo de Yahvé, que purificará a todas las naciones con su sufrimiento, también es presentado como un cordero manso: "Fue maltratado, pero se sometió humildemente y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan" (Is 53,7).

Un funcionario etíope intentaba comprender el significado de este texto. Cuando el diácono Felipe le explicó que habla de la pasión de Jesús (Hch 8,26-40) se convirtió y fue el primero que llevó el evangelio a África.

En el Apocalipsis, sobre el trono del Altísimo, rodeado por los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos, está Jesús, cordero que ha sido degollado pero está vivo, de pie, y ha salvado al mundo con su sangre derramada (Ap 4-7). Por eso son dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero con la Iglesia (Ap 19,7-9).

El cordero es un animal inofensivo, manso y vulnerable, pero Dios lo ha usado para revelarnos algunos de sus misterios más profundos. Al Cordero de Dios que nos libra del pecado sean el honor y la gloria. Amén.


Deseo un feliz domingo a todos mis lectores, especialmente a mis amigos de Puerto Rico, que tienen al cordero místico como símbolo y escudo de su nación. El Señor tenga misericordia de los que allí sufren a causa del último terremoto. Amén.

Este texto ya lo publiqué en 2014, 2017 y 2020, porque las lecturas de la misa se repiten cada tres años.

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