miércoles, 23 de octubre de 2019

Ámame tal como eres


Recuperamos esta entrada de hace algunos años, en la que recojo un precioso poema anónimo, que algunos atribuyen al beato Carlos de Foucauld, en el que Jesús se dirige a cada uno de nosotros y le dice: "Ámame tal como eres". 

Ciertamente refleja su espiritualidad y la de santa Teresita: la confianza sin límites en la misericordia del Señor, que nos sigue amando, a pesar de nuestros fallos. Él no nos echa en cara nuestros pecados, pero nos pregunta, como a Pedro junto al lago de Galilea, si le amamos de verdad.

Mi amor por Jesús es imperfecto, pero es real. No le amo tanto como él se merece ni tanto como yo podría si me esforzara más, pero le amo de verdad y quiero amarle con mi pobre corazón, a veces con lágrimas de arrepentimiento en los ojos: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo». Veamos el poema:

Conozco tu miseria,
las luchas y tribulaciones de tu alma,
la debilidad y las dolencias de tu cuerpo;
conozco tu cobardía,
tus pecados y tus flaquezas.
A pesar de todo, te digo:
dame tu corazón, ámame tal como eres.

Si para darme tu corazón
esperas a ser un ángel,
nunca llegarás a amarme.
Aún cuando caigas de nuevo
muchas veces en esas faltas
que jamás quisieras cometer
y seas un cobarde para practicar la virtud,
no me dejes de amar.
Ámame tal como eres.

Ámame en todo momento,
cualquiera que sea la situación
en que te encuentras:
de fervor o sequedad,
de fidelidad o de traición.
Ámame tal como eres.

Déjate amar: quiero tu corazón,
en mis planes está moldearte.
Pero, mientras eso llega,
te amo tal como eres.
Y quiero que tú hagas lo mismo.
Deseo ver tu corazón que se levanta
desde lo profundo de tu miseria:
amo en ti incluso tu debilidad.

Me gusta el amor de los pobres,
quiero que desde la indigencia
se levante incesantemente este grito:
Te amo, Señor.
Lo que me importa es el canto de tu corazón.
¿Para qué necesito yo tu ciencia o tus talentos?

No te pido virtudes,
y aún cuando yo te las diera, eres tan débil
que siempre se mezclaría en ellas
un poco de amor propio.
Pero no te preocupes por eso…
preocúpate sólo de llenar con tu amor
el momento presente.

Hoy me tienes a la puerta de tu corazón,
como un mendigo,
a mí que soy el Señor de los señores.
Llamo a tu puerta y espero.
Apresúrate a abrirme.
No alejes tu miseria.
Si conocieras plenamente la dimensión
de tu indigencia, morirías de dolor.

Una sola cosa podría herirme el corazón:
ver que dudas y que te falta confianza.
Quiero que pienses en mí
todas las horas del día y de la noche
No quiero que realices ni siquiera
la acción más insignificante
por un motivo que no sea el amor.

Cuando te toque sufrir yo te daré fuerzas.
Tú me diste amor a mí;
yo te haré amar más de lo
que hayas podido soñar.
Pero recuerda solo esto:
ámame tal como eres.

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