martes, 21 de mayo de 2019

Orígenes de la Iglesia (3): primeras persecuciones


Los judíos observantes estaban contentos con los judeocristianos (varias veces se repite en los Hechos de los apóstoles), aunque parece que no tenían a los helenistas por buenos judíos (ya que estos no consideraban obligatoria la circuncisión ni otras prácticas rituales, porque pensaban que habían quedado superadas por el modo de obrar de Jesucristo). 

Así que empezaron a expulsar de sus sinagogas a los que confesaban que Jesús era el mesías. Incluso comenzaron las detenciones de las cabezas visibles de la “secta de los nazarenos”. Gracias a la intercesión de Gamaliel, los detenidos fueron puestos en libertad después de ser azotados y prohibirles enseñar en el nombre de Jesús (Hch 5,17ss).

El año 34, Esteban, uno de los siete diáconos, fue apedreado porque predicaba que la Ley de Moisés había sido abrogada por Jesucristo (Hch 6,8ss). Saulo de Tarso fue testigo de esa muerte y se convirtió en uno de los más fanáticos perseguidores de los “nazarenos” helenistas.

Ninguno de los Doce fue molestado en esta ocasión, pero los helenistas abandonaron la ciudad (Hch 8,1). En su huida extendieron el evangelio, anunciando la Buena Noticia no solo a los judíos, sino también a los paganos. La conversión de paganos fue numerosa en Antioquía de Siria, donde empezaron a llamar “cristianos” a los seguidores de Jesús (Hch 11,19ss).

El año 43, Herodes Agripa, para congraciarse con los judíos, dio muerte a Santiago, el hermano de Juan, y metió en la cárcel a Pedro, que logró huir (Hch 12,1ss). Así quedó al frente de la comunidad judeocristiana de Jerusalén el otro Santiago, “el pariente del Señor”, que fue lapidado el año 62.

En los años siguientes, los judíos de religión judía iniciaron una lucha contra los romanos, en la que no quisieron participar los judíos de religión cristiana, por lo que fueron perseguidos por sus hermanos de raza y tuvieron que huir de Jerusalén.

El año 70 terminaron las guerras judías, con la victoria de Roma, que dispersó a los vencidos. Los cristianos pudieron volver a la ciudad santa y llegaron a construir lugares de encuentro en el Santo Sepulcro y en otros sitios. (Más tarde, el año 135 terminó la segunda guerra judía y Adriano arrasó Jerusalén, fundando encima la Aelia Capitolina).

Pero pronto los romanos también se dedicaron a perseguir a los cristianos en distintos lugares del imperio.

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