Vivimos tiempos complicados, en los que a veces prevalecen la confusión y el desencanto, el cansancio y la oscuridad. Pidamos al Señor que nos ilumine con su gracia y nos caliente con su amor; que nunca nos deje de su mano, para que podamos enfrentar las adversidades con esperanza. Para ello, nos servimos de este precioso canto de Taizé:
En nuestra oscuridad enciende la llama de tu amor, Señor.
Es fuerte el amor como la muerte, es centella de fuego, llamarada divina.
En nuestra oscuridad enciende la llama de tu amor, Señor.
Cuán digno es el que viene detrás de mí: los va a bautizar con Espíritu Santo y fuego.
En nuestra oscuridad enciende la llama de tu amor, Señor.
Dijo Jesús: "Fuego he venido a encender en la tierra".
En nuestra oscuridad enciende la llama de tu amor, Señor.
Mi corazón es pobre, Señor.
Yo me siento de barro,
soy como arcilla abandonada,
que espera las manos del alfarero.
Pon tus manos y tu corazón, Señor, en mi miseria,
y llena el fondo de mi vida de tu misericordia.
Protege mi vida, sálvame, que confío en ti.
Me encuentro a oscuras, desorientado, perdido.
Enciende tu llama de amor en mi corazón,
para que pueda caminar por tus sendas,
cumpliendo en todo tu voluntad.
Guíame por los caminos de la vida,
para que no tropiece ni me hunda,
para que pueda avanzar cada día,
hasta que llegue a la meta de mi vida,
que es el encuentro definitivo contigo,
que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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