jueves, 23 de noviembre de 2023

Gracias, Señor, por el día... Seamos agradecidos


El cuarto jueves de noviembre se celebra en Estados Unidos y en otros lugares el «día de acción de gracias» (thanksgiving), herencia de las antiguas «témporas de otoño», que en la Europa cristiana servían para dar gracias a Dios por las cosechas del año agrícola que termina y para disponerse a preparar la tierra para el nuevo año agrícola. Independientemente de dónde vivamos, todos tenemos muchos motivos para dar gracias a Dios.

Seamos agradecidos. Solo quien es consciente de lo mucho que ya posee (la vista, el olfato, la capacidad de amar y ser amado...) podrá recibir nuevos dones. El teólogo judío Abraham Joshua Heschel escribió:

«El hombre natural experimenta una sincera alegría cuando recibe un don, cuando obtiene alguna cosas que no ha merecido. El hombre religioso sabe que nada de lo que posee es mérito suyo. Él sabe que no puede pavonearse por nada de lo que ha sido dotado. Sabiendo, pues, que merece poco, nunca exige nada para sí. Y, puesto que su gratitud es más fuerte que sus necesidades y deseos, consigue vivir en alegría y con ánimo tranquilo». 

«La tristeza deriva del hecho de que el hombre cree que tiene derecho a un mundo mejor, más agradable. La tristeza es un rechazo, no una ofrenda; un reproche, no una estimación; una huida en vez de un seguimiento. La melancolía hunde sus raíces en un modo de ser pretencioso, descontentadizo, en el desprecio del bien. Viviendo en un estado de irritación y de continua inconformidad con el destino, el hombre triste encuentra hostilidad en todas partes, y parece no darse cuenta de lo infundado de sus quejas. Él posee una sensibilidad aguda para las incongruencias de la vida, pero rehúsa obstinadamente reconocer la delicada gracia de la existencia».

Les invito a orar con este himno de la liturgia de las horas:

Gracias, Señor, por el día,
por tu mensaje de amor
que nos das en cada flor;
por esta luz de alegría,
te doy las gracias, Señor.

Gracias, Señor, por la espina
que encontraré en el sendero,
donde marcho pregonero
de tu esperanza divina;
gracias, por ser compañero.

Gracias, Señor, porque dejas
que abrase tu amor mi ser,
porque haces aparecer
tus flores a mis abejas,
tan sedientas de beber.

Gracias por este camino,
donde caigo y me levanto,
donde te entrego mi canto
mientras marcho peregrino,
Señor, a tu monte santo.

Gracias, Señor, por la luz
que ilumina mi existir;
por este dulce dormir
que me devuelve a tu cruz.
¡Gracias, Señor, por vivir! Amén.

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