jueves, 29 de septiembre de 2022

Laudes para la fiesta de los santos arcángeles


Oración de la mañana para la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael (29 de septiembre).

Invocación. Señor, ábreme los labios. Y mi boca proclamará tu alabanza. 

Salmo invitatorio
(Salmo 66. Que todos los pueblos alaben al Señor)

Antífona. Venid, adoremos al Señor, delante de los ángeles.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

- Venid, adoremos al Señor, delante de los ángeles.

Sabed que el Señor es Dios,
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

- Venid, adoremos al Señor, delante de los ángeles.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre.

- Venid, adoremos al Señor, delante de los ángeles.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.

- Venid, adoremos al Señor, delante de los ángeles.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

- Venid, adoremos al Señor, delante de los ángeles.

Himno

Miguel, Gabriel, Rafael,
los espíritus señeros
y arcángeles mensajeros
de Dios, que estáis junto a él.

A vuestro lado se siente
alas de fiel protección,
incienso de la oración
y el corazón obediente.

«¿Quién como Dios?» es la enseña,
es el grito de Miguel,
y el orgullo de Luzbel
al abismo se despeña.

Gabriel trae la embajada
divina, y le lleva al Padre
el «sí» de la Virgen Madre,
del Sol de Cristo alborada.

Por la ruta verdadera
Rafael nos encamina
y nos da la medicina
que cura nuestra ceguera.

Dios que nos diste a los ángeles
por guías y mensajeros,
danos el ser compañeros
del cielo de tus arcángeles. Amén.

Salmodia

Antífona 1. Alabemos al Señor, a quien alaban los ángeles, y querubines y serafines proclaman tres veces santo.

(Salmo 62. El alma sedienta de Dios)

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, 
mi alma está sedienta de ti; 
mi carne tiene ansia de ti, 
como tierra reseca, agostada, sin agua. 

¡Cómo te contemplaba en el santuario 
viendo tu fuerza y tu gloria! 
Tu gracia vale más que la vida, 
te alabarán mis labios. 

Toda mi vida te bendeciré 
y alzaré las manos invocándote. 
Me saciaré como de enjundia y de manteca, 
y mis labios te alabarán jubilosos. 

En el lecho me acuerdo de ti 
y velando medito en ti, 
porque fuiste mi auxilio, 
y a la sombra de tus alas canto con júbilo; 
mi alma está unida a ti, 
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1. Alabemos al Señor, a quien alaban los ángeles, y querubines y serafines proclaman tres veces santo.

Antífona 2. Ángeles del Señor, bendecid al Señor eternamente.

(Dan 3,57-88. Toda la creación alabe al Señor)

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, 
ensalzadlo con himnos por los siglos. 

Ángeles del Señor, bendecid al Señor; 
cielos, bendecid al Señor. 

Aguas del espacio, bendecid al Señor; 
ejércitos del Señor, bendecid al Señor. 

Sol y luna, bendecid al Señor; 
astros del cielo, bendecid al Señor. 

Lluvia y rocío, bendecid al Señor; 
vientos todos, bendecid al Señor. 

Fuego y calor, bendecid al Señor; 
fríos y heladas, bendecid al Señor. 

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; 
témpanos y hielos, bendecid al Señor. 

Escarchas y nieves, bendecid al Señor; 
noche y día, bendecid al Señor. 

Luz y tinieblas, bendecid al Señor; 
rayos y nubes, bendecid al Señor. 

Bendiga la tierra al Señor, 
ensálcelo con himnos por los siglos. 

Montes y cumbres, bendecid al Señor; 
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor. 

Manantiales, bendecid al Señor; 
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor; 
aves del cielo, bendecid al Señor. 

Fieras y ganados, bendecid al Señor, 
ensalzadlo con himnos por los siglos. 

Hijos de los hombres, bendecid al Señor; 
bendiga Israel al Señor. 

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; 
siervos del Señor, bendecid al Señor. 

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; 
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. 

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, 
ensalzadlo con himnos por los siglos. 

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, 
ensalcémoslo con himnos por los siglos. 

Bendito el Señor en la bóveda del cielo, 
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Antífona 2. Ángeles del Señor, bendecid al Señor eternamente.

Antífona 3. Los ángeles en el cielo te aclaman, Señor santo, diciendo a una sola voz: «Oh Dios, tú mereces un himno».

(Salmo 149. Alegría de los santos)

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; 
que se alegre Israel por su Creador, 
los hijos de Sión por su Rey. 

Alabad su nombre con danzas, 
cantadle con tambores y cítaras; 
porque el Señor ama a su pueblo 
y adorna con la victoria a los humildes. 

Que los fieles festejen su gloria 
y canten jubilosos en filas: 
con vítores a Dios en la boca 
y espadas de dos filos en las manos: 

para tomar venganza de los pueblos 
y aplicar el castigo a las naciones, 
sujetando a los reyes con argollas, 
a los nobles con esposas de hierro. 

Ejecutar la sentencia dictada 
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3. Los ángeles en el cielo te aclaman, Señor santo, diciendo a una sola voz: «Oh Dios, tú mereces un himno».

Lectura (Gén 28,12)

Tuvo Jacob un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac».

Responsorio

V - Un ángel se puso junto al altar del templo.
R - Un ángel se puso junto al altar del templo.
V - Con un incensario de oro en su mano.
R - Junto al altar del templo.
V - Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
R - Un ángel se puso junto al altar del templo.

Benedictus

Antífona. Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

(Lc 1,68-79. Cántico de Zacarías: El mesías y su precursor)

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, 
porque ha visitado y redimido a su pueblo, 
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo, 
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos 
y de la mano de todos los que nos odian; 
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, 
arrancados de la mano de los enemigos, 
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, 
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, 
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas 
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona. Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

Preces

Confesemos, queridos hermanos, al Señor, a quien asisten millares de ángeles, y aclamémosle gozosos: 
Bendecid al Señor, ángeles suyos.

Oh Dios, que a tus ángeles has dado órdenes para que nos guarden en nuestros caminos, 
- condúcenos hoy sin tropezar por tus sendas.

Padre, cuyo rostro están siempre viendo nuestros ángeles en el cielo, 
- haz que busquemos continuamente tu rostro.

Oh Dios, cuyos hijos serán como ángeles del cielo, 
- danos la castidad del corazón y del cuerpo.

Oh Dios, envía a Miguel, príncipe supremo, en auxilio de tu pueblo, 
- a fin de que lo defienda en las batallas contra Satanás y sus ángeles.

Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro...

Oración final

Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y los hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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