jueves, 7 de junio de 2018

Celebración del nacimiento de Jesús en Belén


Belén significa «casa del pan». Población palestina de unos 30.000 habitantes a 8 km. de Jerusalén, hoy separada de esta por un gran muro. A principios del siglo XX, los cristianos eran más del 90%. Hace 50 años eran el 80%. En el año 2000 eran el 50%. Hoy se han reducido al 10% y están sometidos a fuertes presiones. 

Las fotos fueron tomadas por Frederik Takkenberg durante la peregrinación del año pasado.



Allí quiso nacer Cristo, para cargar sobre sus espaldas nuestros pecados y nuestras miserias. Pero no fue aceptado en el pueblo, por lo que tuvo que nacer en las afueras, en una cueva utilizada por los pastores para guardar sus rebaños. Desde el momento de su nacimiento en la carne, el Hijo de Dios quiso ocupar el sitio más bajo y pobre. Como le gustaba repetir al Beato Carlos de Foucauld: «Hasta tal punto nuestro Señor ocupó el último lugar, que nunca nadie se lo ha podido arrebatar».



El emperador Constantino mandó construir una basílica el 325 d. C., reedificada en el s. VI (la actual) y embellecida con mosaicos y pinturas en el s. XII. Allí eran coronados los reyes cruzados. En la fachada se puede observar el dintel de la gran puerta primitiva, el arco gótico que la sustituyó en época de los cruzados y la pequeña puerta con la que se intentó en siglos posteriores que los turcos no pudieran entrar a caballo, matando a los cristianos que se refugiaban en su interior. 



Junto a la gruta de la natividad, san Jerónimo y otros discípulos construyeron un monasterio en el s. IV. Allí tradujo la Biblia al latín (la «Vulgata»). En la ciudad, varios conventos, así como obras sociales cristianas en favor de los más desfavorecidos celebran el nacimiento del Hijo de Dios en la carne.



En el convento de las carmelitas descalzas, construido sobre la cueva donde David fue ungido rey, está enterrada su fundadora, la mística palestina santa María de Jesús Crucificado (Mariam Bawardi). De sí misma decía que era una «pequeña nada». Su única grandeza consistía en que Dios pone su mirada en los pequeños y los trata con misericordia. Ella se sabía mirada por Dios y herida de su amor, precisamente porque era débil e ignorante.



† Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, – ¡ven y muéstranos el camino de la salvación!

Oh Adonai, pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, – ¡ven a librarnos con el poder de tu brazo!

Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, – ¡ven a librarnos, no tardes más!

Oh Llave de David y cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, – ¡ven y libra los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

Oh Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, – ¡ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

Oh Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, – ¡ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra!

Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, – ¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!



† Oración. Padre bueno, que has derramado sobre nosotros la luz de tu Verbo encarnado, haz que la fe en este misterio se infunda en nuestros corazones; para que, celebrando con alegría el nacimiento en la carne de nuestro Señor Jesucristo, merezcamos, por una vida digna de él, gozar de su presencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.



† Del profeta Miqueas (5,1s). Belén de Éfrata, la más pequeña de las ciudades de Judá; de ti sacaré al que será soberano de Israel, cuando dé a luz la que ha sido escogida. Se mantendrá firme y pastoreará con la fuerza del Señor y extenderá la paz hasta los confines de la tierra.



† Salmo responsorial. Cantaré eternamente la misericordia del Señor.
Sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a David, mi servidor: «Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones».
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte! Caminarán a la luz de tu rostro y se alegrarán sin cesar por causa de tu justicia.
Él me dirá: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora». Le aseguraré mi amor eternamente, y mi alianza con él será eterna.



† Del evangelio según san Lucas (2,1s). Por aquellos días salió un decreto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. Todos iban a empadronarse, cada uno a su ciudad. También José, por ser descendiente de David, fue desde la ciudad de Nazaret de Galilea a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María, su mujer, que estaba encinta. Mientras estaban allí se cumplió el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada. Había en la misma región unos pastores guardando por turno sus rebaños. Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos se asustaron. El ángel les dijo: «No tengáis miedo, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. En la ciudad de David hoy os ha nacido un salvador, el mesías, el Señor». Y en seguida se unió al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que él ama». Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos a otros: «Vamos a Belén y veamos ese acontecimiento que el Señor nos ha anunciado». Fueron deprisa, y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, manifestaron lo que les habían dicho acerca del niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

† Oración sobre las ofrendas. Padre, recibe nuestra ofrenda para que, por este sagrado intercambio, lleguemos a ser semejantes a aquel que unió a ti nuestra humanidad, Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

† Prefacio. En verdad es justo y necesario, Padre santo, darte gracias. Porque por el misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que, conociendo a tu Hijo visiblemente, él nos lleve al amor de lo invisible. Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria. Santo…

† Oración. Padre santo, te pedimos que nos concedas permanecer en tu amor con Jesucristo, tu Hijo, nacido de la Virgen María en la pobreza de Belén, para que como él crezcamos en edad, sabiduría y gracia y merezcamos sentir que encuentras en nosotros tus complacencias. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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