jueves, 12 de junio de 2025

La vida contemplativa en la Iglesia


El domingo 15 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, en España se celebra la Jornada "Pro Orantibus" (jornada de la vida contemplativa). Les invito a leer un texto de la hermana María Amada de Jesús, carmelitas descalzas en Toro (Zamora).

La Iglesia necesita que los cristianos sientan la fuerte responsabilidad
de ser piedras vivas, comprometidas en la construcción de un edificio espiritual (cf. 1Pe 2,4-5), que tal vez esté perdiendo el esplendor y la impresión exterior de otros tiempos, pero que se está consolidando en lo que es su verdadera naturaleza. 

Las estructuras de antes sostenían, confirmaban la identidad, daban respeto y visibilidad ante el mundo, protegían y custodiaban… Hoy la situación ha cambiado radicalmente, las comunidades se reducen y empobrecen hasta desaparecer, las iglesias se vacían, faltan sacerdotes, las familias cristianas se sienten a menudo solas y abandonadas dentro de un mundo que no comprende ni comparte valores y opciones de vida que los obligan a ir contra corriente.

Pero, aquí mismo, en este contexto real, la llamada sigue resonando para cada uno: «¡Tú, sígueme!». Es una llamada personal, motivadora y fuerte, que interpela profundamente a cada uno y que debe ser continuamente alimentada, purificada y sostenida por una vida de oración intensa, madura y fiel, para construir sobre la roca sólida que es Cristo y resistir así a todos los ataques y escollos de la vida y del mundo en que vivimos (cf. Mt 7,24-27). 

Cada uno tiene su vocación particular que debe reconocer y vivir en plenitud; de hecho, la mano debe aceptar ser la mano y no querer ser el pie, así como la cabeza no puede ser el corazón y el corazón no es el brazo, como nos enseña san Pablo (cf. 1Cor 12), sino aprender
a armonizar los diversos miembros en un dinamismo sinodal, aceptando y valorando el trabajo de cada miembro, aprendiendo a escuchar, a ser pacientes, a esperar, sin la prisa de querer ver y recoger los frutos, sino continuando a sembrar con amplitud y «derroche», como hace el sembrador de la parábola (Lc 8,4-15), con infinita confianza y esperanza inquebrantable.

Por eso, siento que nuestra presencia contemplativa debe tener esta
fuerte responsabilidad hacia los que están más directamente implicados en el anuncio de la misión, porque como nos decía nuestra santa madre Teresa debemos estar «todas ocupadas en oración por los que son defensores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden» (C 1,2).

Nuestra vida orante no solo se convierte en intercesión y súplica, sino que debe saber vivir la fatiga de permanecer en su amor (cf. Jn 15,9-17), incluso cuando no le vemos sentido, cuando el cansancio se apodera de nosotros, cuando no vemos los frutos y nos sentimos débiles y en minoría, cuando la tentación de una vida fácil, mundana y humanamente ganadora nos mina y halaga. 

Permanecer, para nosotros y para todos, alejados de la lógica mundana y seguir apostando por un reino que no es de este mundo (Jn 18,28), pero que sabemos, por la fe, que tiene en sí mismo el poder de cambiar este mundo.

La vida contemplativa es una parte de la Iglesia y como tal la sostiene, pero también necesita ser sostenida y custodiada. Cada porción de la Iglesia es útil e importante, pero nunca debe olvidar que está al servicio de la Iglesia universal, por la que vive, trabaja, sufre, anuncia y, llegado el momento, acepta también morir y desaparecer, sabiendo que esa muerte, a la luz del misterio pascual, abre siempre a la vida nueva según la fuerza inagotable del Espíritu.

1 comentario:

  1. La vida contemplativa florecerá de nuevo, no perdamos la esperanza.
    Tanto en hombres como en mujeres. El ser humano lleva un hondo sentido de contemplación que desarrolla de diferente manera. Y en distintos lugares.

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