miércoles, 14 de marzo de 2018

El libro del Apocalipsis


El libro del Apocalipsis suscita sensaciones encontradas en los lectores, ya que es, al mismo tiempo, atrayente y desconcertante. Sus símbolos fascinan, pero su mensaje resulta oscuro, hasta el punto de que podemos encontrar interpretaciones contradictorias de los mismos textos.

Su riqueza teológica y simbólica es tan grande, que a lo largo del tiempo ha sido objeto de numerosos estudios sobre su cristología, escatología, liturgia, teología de la historia, dinamismo misionero y eclesiología. Incluso ha sido una de las fuentes de inspiración que más ha influido en el arte cristiano.

La literatura y el cine siguen desarrollando sus símbolos y numerosos grupos evangélicos continúan estudiándolo para buscar en él la fecha y los signos del fin del mundo, así como para apoyar o rechazar a empresas, gobernantes y líderes de otras confesiones religiosas. 

Es indicativo de lo mal que se lee, que sea el libro más citado por algunos movimientos fundamentalistas muy fanáticos y que, en el habla popular, el término «apocalíptico» sirva para designar acontecimientos horrendos, aterradores o espeluznantes.

Así presentan sus contrastes dos conocidos estudiosos del libro: 

«El primer contacto con el Apocalipsis deja una impresión desconcertante. Por una parte, su lectura arrastra, ejerce un hechizo misterioso y el lector sintoniza en seguida con el escritor. Envuelto en su ritmo estilístico, participa de sus experiencias religiosas, sintiéndolas y reviviéndolas con él. […] Pero por otra parte, se tiene un sentimiento de vértigo. Nos encontramos ante imágenes atrevidas y complicadas hasta lo inverosímil» (VANNI, Ugo. Apocalipsis. Una asamblea litúrgica interpreta la historia. Estella 19986, 9).

«El Apocalipsis se centra en el triunfo (sangre) del Cordero y en las bodas finales de la historia. Siendo el libro más duro del Nuevo Testamento, acaba pareciendo el más tierno y sensible: sobre la batalla destructora se elevan un Cordero y una bella Esposa (ciudad) de victoria pacífica, ternura abierta a todos los humanos». (PIKAZA IBARRONDO, Xabier. Apocalipsis. Estella 1999, 22).

El Apocalipsis se escribió para cristianos que vivían una época de crisis radical. La cultura dominante les exigía renunciar a su fe en Jesucristo si querían integrarse en la sociedad de su época. Quienes no aceptaban ese chantaje, sufrían la exclusión social y muchas veces también persecuciones e incluso la muerte. Los principios de su fe parecían no servir y el mundo se volvía cada vez más incomprensible y más violento hacia los cristianos. Este libro quería confirmarles en su fe en Jesucristo, el único que puede dar sentido a la historia personal y universal.

No es extraño que este libro haya sido tan atractivo para los cristianos en momentos de grandes dificultades, como durante la invasión musulmana en España (recordemos el comentario de Beato de Liébana, escrito en el siglo VIII y muchas veces copiado en los siglos posteriores), en torno al año mil de nuestra era (alimentando los movimientos milenaristas), en el siglo XIX (las distintas interpretaciones del Apocalipsis están a la base del nacimiento de los mormones en 1830, los adventistas en 1843, los testigos de Jehová en 1881 y otros grupos similares) o en nuestros días.

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