domingo, 28 de enero de 2018

Desde El Cairo, con amor


Es poco todo lo que yo pueda decir en alabanza de los fieles cristianos de Egipto y de los sacerdotes y religiosos que trabajan aquí.

El ambiente no es sencillo, hay pocas comodidades, pero los consagrados se entregan sin descanso a hacer el bien, la mayoría lejos de su patria, expresándose en un idioma que no es el suyo, con peligros para su salud y para su vida, pero felices de servir cada día a los hermanos por amor a Jesús.

Todos los templos están vigilados por la policía y hay severos controles para entrar, pero eso no ha evitado varios atentados de los islamistas, con víctimas inocentes.

A pesar de todo, los misioneros continúan su labor, siempre ayudando a los necesitados, siempre al lado de los más pequeños, allí donde no llegan las ayudas del gobierno o de otras instituciones.

Anteayer celebré la misa con las misioneras de la caridad de santa Teresa de Calcuta, que atienden varias obras asistenciales para los más pobres, fieles a su carisma. 

Aquí no es muy distinto el trabajo de los demás religiosos y religiosas. Todos se dedican a hacer el bien a los demás por amor a Jesús, educando niños, curando enfermos, cuidando ancianos, etc.

Los cristianos de Egipto son una minoría en un contexto muchas veces hostil, pero viven con gozo y fortaleza su fe, sin permitir que nada ni nadie les quite la esperanza. ¡Cuánto puedo aprender de ellos!

En la foto de arriba estoy con un grupo de feligreses que frecuentan nuestra basílica de santa Teresita. Unos son coptos católicos y otros son bizantinos católicos (conocidos como «melquitas»). Con ellos he compartido una tarde de reflexión sobre la espiritualidad de santa Teresita.

Los de las fotos de abajo son el señor nuncio y algunos de sus colaboradores, que vinieron hace dos días a compartir el almuerzo con los carmelitas descalzos de El Cairo.

Ayer compartí la mañana con el señor obispo y el clero de esta diócesis. Un profesor de una universidad local nos ha habló de los jóvenes de hoy y sus problemas, y yo reflexioné sobre cómo encontrar y anunciar a Jesucristo hoy.

No sé si les ayudé con mis reflexiones, pero ellos sí que me han ayudado con su testimonio. Cuando me vengan tentaciones de quejarme, espero acordarme de su fortaleza y firmeza en la confesión de la fe.

Doy gracias a Dios, que me ha permitido encontrar tantas personas buenas y compartir con ellas la fe y la esperanza. Pronto regresaré a España, pero mis hermanos de Egipto permanecerán en mi corazón.



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