sábado, 12 de diciembre de 2020

Laudes en la fiesta de la Virgen de Guadalupe


Oración de la mañana en compañía de nuestra Señora de Guadalupe, especial protectora de los pueblos americanos.

Antífona invitatorio. Venid, adoremos a Cristo, hijo de María Virgen.

Himno. Ayer, Alba en el alba, subiste presurosa
por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.
Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,
para anunciar al indio que en sus ratos acervos

jamás estará solo: porque jamás, oh Madre,
ha sido en nuestra historia cobarde subterfugio;
porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:
¡tú el regazo y el puente; tú defensa y refugio!

Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;
eres signo y substancia de nuestra nueva raza;
eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,
eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.

Por tus manos en hueco, patena de ternura,
consagramos al Padre de todos los consuelos,
por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura
del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos. Amén.

Antífona 1. ¿Quién es esta que surge como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas?

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua...

Antífona 2. Yo soy la siempre Virgen santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor...

Antífona 3. Como el águila incita a volar a sus polluelos y revolotea sobre el nido, así extendió ella sus alas y los llevó sobre su plumaje.

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey...

Lectura breve (Cfr. Sir 50,5-10). ¡Qué majestuosa cuando salía detrás del velo! Como estrella matutina en medio de las nubes, como la luna en los días de plenilunio, como el sol cuando brilla sobre el templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, como flor de rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como vaso de oro macizo adornado con piedras preciosas.

V. Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio?
V. Señor, por ti madrugo, dame una señal propicia.
R. ¿De dónde me vendrá el auxilio?
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio?

Antífona Benedictus. Sube a un alto monte, alegre mensajero de Jerusalén, di a las ciudades de Judá: "¡Aquí está vuestro Dios! Como un pastor pastorea a su pueblo".

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas...

Preces. Alabemos a Dios Padre todopoderoso, el Creador por quien  se vive, y digámosle: 
- Señor, por quien vivimos, escucha nuestra plegaria.

Bendito seas, Señor del universo, que en tu inmensa piedad nos enviaste a la Madre de tu Hijo, 
- para llamarnos a la fe y hacernos ingresar a tu pueblo santo.

Te bendecimos, Señor, porque ocultaste tu mensaje a los sabios y prudentes según el mundo
- y lo revelaste a los pequeños, a los que son tenidos por insignificantes y despreciables.

- Concédenos ser, como Juan Diego, embajadores tuyos muy dignos de confianza,
- que llevemos a todos los hombres y todas las naciones tu mensaje de amor y de paz.

Tú que, con la presencia de María, haces brillar los riscos como perlas y las espinas como el oro,
- haz que el amor de la Santísima Virgen María nos transforme en otros Cristos.

Haz que, como Juan Diego, seamos siempre fieles al culto divino y a tus mandatos,
- para que merezcamos, también nosotros, que la Virgen María nos salga al paso en el camino de nuestra vida.

Oración. Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la siempre Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Conclusión. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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