sábado, 15 de julio de 2023

Novena a la Virgen del Carmen, día noveno: María en Pentecostés


Novena a la Virgen del Carmen, día noveno: María en Pentecostés. La imagen que acompaña esta entrada es obra de Antonio Gaudí y se conserva en la cripta de la basílica de la Sagrada Familia en Barcelona, encima de la tumba del genial arquitecto.

Salutación a la Virgen. Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón; mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.

Oración inicial. Padre santo, te suplicamos que la Virgen María, madre y hermosura del Carmelo, nos asista con su intercesión a todos los que hoy concluimos esta novena en su honor y nos disponemos a celebrar su fiesta; para que, guiados por su ejemplo y protección, lleguemos hasta la cima del monte de la perfección, que es Cristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Invocaciones

ROSA DEL CARMELO, perfúmanos en el alma y en el cuerpo, para que seamos buen olor de Cristo en medio de nuestros hermanos. Dios te salve, María…

ESTRELLA DEL MAR, conduce nuestra barquilla en el mar de la vida hasta que lleguemos a las playas luminosas de la patria celestial. Dios te salve, María…

REINA DEL CIELO, que un día gocemos de tu compañía en la eternidad y proclamemos contigo la grandeza del Señor, porque el Poderoso hizo en ti maravillas. Dios te salve, María…

(Pídase la gracia que se desea alcanzar)

Letanías

Santa María, madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros.
Madre que persevera en la oración, ruega por nosotros.
Mujer llena del Espíritu Santo, ruega por nosotros.
Señora vestida de sol, ruega por nosotros.
Señora coronada de estrellas, ruega por nosotros.
Señora con la luna bajo los pies, ruega por nosotros.
Reina a la diestra del Rey, ruega por nosotros.
Arca de la nueva alianza, ruega por nosotros.
Estrella de la mañana, ruega por nosotros.
Madre y hermosura del Carmelo, ruega por nosotros.

- Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final. Virgen María, madre y hermosura del Carmelo, estrella del mar, en esta novena acudimos a ti implorando tu amparo. Madre de Dios y madre nuestra, dirige tu mirada a todos los que invocamos tu auxilio, escucha nuestras plegarias y enséñanos a servir a Jesús con corazón sincero, como hiciste tú. Madre de misericordia y refugio de los pecadores, intercede por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Hermosura del Carmelo,
Virgen del Carmen bendita,
vengo a hacerte la visita
con devoto y santo anhelo.
Sí, Madre, tú desde el cielo,
en divina aparición,
nos diste el celeste don
de tu santo escapulario,
fiel escudo y relicario
de la eterna salvación.

- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.

REFLEXIÓN BÍBLICA: MARÍA EN PENTECOSTÉS

Lecturas bíblicas

De los Hechos de los apóstoles (1,13s; 2,1s). «Pedro, Juan... y Judas el de Santiago perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de las mujeres, de María, la madre de Jesús y de sus hermanos. Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse».

Salmo responsorial (103). Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el fuego de tu amor.

Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
¡Qué variadas son tus obras, Señor, la tierra está llena de tus criaturas!

Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el fuego de tu amor.

Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados y renuevas la superficie de la tierra.

Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el fuego de tu amor.

¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor.

Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el fuego de tu amor.

Del santo evangelio según san Juan (20,19s). Estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Reflexión

María, la madre de Jesús, que fue preparada por el Espíritu Santo para ser madre del Señor, se encuentra presente en el momento de su nacimiento (en Belén), al inicio de su vida pública (en Caná) y al final de su vida mortal (junto a la cruz). También está presente cuando nace la Iglesia. En la anunciación recibió el Espíritu de una manera individual, para realizar una misión personal, única e irrepetible. En Pentecostés recibió el Espíritu en compañía de los otros creyentes, en comunión con ellos, para una nueva misión: la que Jesús mismo le encomendó en la cruz.

El Espíritu que desciende sobre María da unidad al origen de Jesús y al origen de la Iglesia. En el primer caso, el Espíritu actúa sobre María y la prepara para dar a luz al mesías. En el segundo, el Espíritu desciende sobre la Iglesia y la capacita para seguir haciendo presente a Jesús entre los hombres. Es lo que encontramos reflejado en el Apocalipsis (12, 1-18): La mujer vestida de sol que ha de dar a luz a Cristo, entre las persecuciones y dificultades continuas. La Iglesia realiza continuamente el mismo gesto de María: fecundada por el Espíritu de su Señor, le hace presente en el mundo.

El prefacio de la fiesta de santa María, Madre de la Iglesia, dice: «La Virgen María, al aceptar la Palabra de Dios con su corazón inmaculado, mereció concebirla en su seno virginal y, al dar a luz a su propio Creador, preparó el nacimiento de la Iglesia. Ella, aceptando junto a la cruz el testamento del amor divino, adoptó como hijos a todos los hombres nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de Cristo. Ella, unida a los apóstoles en espera del Espíritu Santo prometido, asoció su oración a la de los discípulos y se convirtió en modelo de la Iglesia orante. Elevada a la gloria de los cielos, acompañar a la Iglesia peregrina con amor maternal, y con bondad protege sus pasos hacia la patria del cielo, hasta que llegue el día glorioso del Señor».

Pidamos a María que nos enseñe a perseverar en la oración y en la comunión con todos los creyentes en Jesús, en la espera de un nuevo Pentecostés que purifique y renueve a la Iglesia.

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