lunes, 10 de julio de 2023

Novena a la Virgen del Carmen, día cuarto: La visitación de María a su prima Isabel


Novena a la Virgen del Carmen, día cuarto: La visitación de María a su prima Isabel. La imagen que acompaña esta entrada es obra del escultor Alberto Pérez Rojas, realizada el año 2022. Representa a la Virgen Carmelita embarazada, en estado de buena esperanza. Se conserva en Montequinto (Sevilla).

Salutación a la Virgen. Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón; mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.

Oración inicial. Escucha, Padre Santo, la oración de tu Iglesia, y, por la intercesión de la Virgen María, madre y hermosura del Carmelo, concede a cuantos celebramos el cuarto día de la novena en su honor imitar su ejemplo, perseverar en tu servicio y alcanzar un día la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Invocaciones

ROSA DEL CARMELO, perfúmanos en el alma y en el cuerpo, para que seamos buen olor de Cristo en medio de nuestros hermanos. Dios te salve, María…

ESTRELLA DEL MAR, conduce nuestra barquilla en el mar de la vida hasta que lleguemos a las playas luminosas de la patria celestial. Dios te salve, María…

REINA DEL CIELO, que un día gocemos de tu compañía en la eternidad y proclamemos contigo la grandeza del Señor, porque el Poderoso hizo en ti maravillas. Dios te salve, María…

(Pídase la gracia que se desea alcanzar)

Letanías

Santa María, madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros.
Mujer servicial y caritativa, ruega por nosotros.
Virgen de Nazaret, ruega por nosotros.
Virgen llena de gracia, ruega por nosotros.
Portadora del Espíritu Santo, ruega por nosotros.
Sierva de la Palabra, ruega por nosotros.
Esposa de José, ruega por nosotros.
Madre de Jesús, ruega por nosotros.
Bendita entre las mujeres, ruega por nosotros.
Madre y hermosura del Carmelo, ruega por nosotros.

- Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final. Virgen María, madre y hermosura del Carmelo, estrella del mar, en esta novena acudimos a ti implorando tu amparo. Madre de Dios y madre nuestra, dirige tu mirada a todos los que invocamos tu auxilio, escucha nuestras plegarias y enséñanos a servir a Jesús con corazón sincero, como hiciste tú. Madre de misericordia y refugio de los pecadores, intercede por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Blanca flor del Carmelo,
vid en racimo,
celeste claridad,
puro prodigio
al ser, a una,
Madre de Dios y Virgen:
¡Virgen fecunda!

Señora, desde siempre,
los carmelitas
nos tenemos por hijos
de tu familia,
y confiamos
que un día nos acojas
en tu regazo.

- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.

REFLEXIÓN BÍBLICA: LA VISITACIÓN DE MARÍA A SU PRIMA ISABEL

Lecturas bíblicas

Lectura carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,9s). Hermanos: Que vuestro amor no sea fingido. Amaos cordialmente unos a otros; que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Is 12). Gritad jubilosos: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!

Él es mi Señor y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.

Gritad jubilosos: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!

Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso.

Gritad jubilosos: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!

Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!

Gritad jubilosos: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!

Del evangelio según san Lucas (1,39-45). María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!... ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

Reflexión

Cuando María supo que su anciana prima esperaba un hijo, se puso en camino para ayudarla. Tenía tantas ganas de servir, de ayudar. No pensó en sí misma ni en los peligros del viaje, ya que la movía la caridad. Es fácil hablar del amor, pero es difícil vivirlo, porque amar es servir. María no da algo de su vida a Dios y a los hermanos, sino que se da a sí misma por entero. María se presenta ante nuestros ojos como la mujer que sabe servir, que se dirige al encuentro de quien necesita ayuda.

De alguna manera, la anciana Isabel, preñada de la promesa, del último profeta, del precursor que actuará con la fuerza de Elías, que gritará en el desierto, invitando a preparar el camino al Señor, representa el Antiguo Testamento, que contiene en sí al mesías salvador (aunque sea solo en promesa). La joven María, por su parte, que lleva en su vientre al mesías esperado, es la imagen del Nuevo Testamento, que cumple las promesas y esperanzas del Antiguo de una manera totalmente inesperada y sorprendente.

María e Isabel son dos mujeres que han recibido promesas de Dios y han creído en ellas. Sus hijos ya están presentes en sus vientres, aunque no puedan verlos. Este es el misterio de la fe de la Iglesia: Sabemos que Jesús está realmente presente en nosotros, que creemos en sus promesas; podemos sentirlo dentro de nosotros, aunque no podamos verlo. Donde los creyentes se juntan, se derrama el Espíritu Santo y brota la alegría, como sucede en el acontecimiento que estamos comentando: «En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre y se llenó Isabel de Espíritu Santo».

María, que es para nosotros modelo de fe, también es ejemplo de caridad y de servicialidad. Ella siempre está dispuesta para dar una mano a quien lo necesita y se pone en camino para venir a nuestro encuentro siempre que la invocamos.

Pidamos a María que nos ayude a pensar menos en nosotros mismos y más en los otros, a dejar de lado nuestra comodidad para servir con amor a nuestros hermanos.

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