martes, 16 de julio de 2024

Laudes para la solemnidad de la Virgen del Carmen


El monte Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia, ha sido siempre un monte sagrado. El profeta Elías lo convirtió en refugio de la fidelidad al Dios único y lugar de encuentro con el Señor. En tiempo de las cruzadas, ermitaños cristianos, inspirados por la vida y espíritu del profeta, se acogieron en las grutas de aquel monte, reuniéndose en torno a una iglesia que dedicaron a la Virgen María, tomándola como patrona de su grupo. Llegados de Oriente a Europa en el siglo XIII, extendieron la devoción a la Virgen María bajo la advocación del Carmen, advocación enriquecida con el don del escapulario, que es para los que lo visten signo de protección, estímulo de imitación y promesa de salvación. Hoy le pedimos al Señor que nos haga llegar, por intercesión de la Virgen María, hasta Cristo, monte de salvación.

Antífona del invitatorio:
Aclamemos al Señor, recordando los beneficios de la Virgen María, Madre del Carmelo.

Himno

El barco del Carmelo reza y canta
al hacerse a la mar del nuevo día,
y en su mástil por vela se levanta
el santo escapulario de María.

Corre, copo de lana bien tejido,
vete al ancho camino de las gentes;
ilumina la noche del olvido
y recoge el cansancio de las frentes.

Toca el pecho de acero de los barcos,
cruza el recto camino de las balas,
sube al negro confín y abre los arcos
de la gracia divina con tus alas.

Estamos en la ruta; la esperanza
tiñéndonos los ojos va delante,
el corazón cantando lo que alcanza,
y la noche ha perdido su semblante.

Salmodia

Antífona 1. Llévanos contigo, Virgen Inmaculada; correremos tras el olor de tus perfumes.

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansias de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a las sombras de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1. Llévanos contigo, Virgen Inmaculada; correremos tras el olor de tus perfumes.

Antífona 2. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Antífona 2. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres.

Antífona 3. Dichosa eres, Virgen María; engendraste al que te creó, y permanecerás virgen para siempre.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su creador,
los hijos de Sión por su rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

Para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3. Dichosa eres, Virgen María; engendraste al que te creó, y permanecerás virgen para siempre.

Lectura Breve (Is 35,1-2)

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo. Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Contemplarán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios.

Responsorio breve

V/. Bajo tu protección nos acogemos, * Santa Madre de Dios.
R/. Bajo tu protección nos acogemos, * Santa Madre de Dios.

V/. No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades. 
R/. Santa Madre de Dios.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo..
R/. Bajo tu protección nos acogemos, * Santa Madre de Dios.

Benedictus

Antífona. Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamaran profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona. Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

Preces

Proclamemos agradecidamente la gloria de Cristo, nuestro Salvador, primogénito de muchos hermanos, que nos ha dado a María por Madre, y digamos con gozo:
― Por el don de María, tu Madre, te alabamos, Señor.

Cristo Redentor, que preparaste a la Virgen Inmaculada para ser tu mansión,
― guárdanos en tu servicio pobres de espíritu y limpios de corazón como María.

Palabra única del Padre, hablada en eterno silencio y acogida amorosamente en el seno de la Virgen,
― concede a todos los carmelitas que, fieles en la imitación de su Madre, sepan escuchar y proclamar tu palabra.

Cristo, Maestro bueno, que nos has dado en María el modelo de todas las virtudes,
― haz que reproduzcamos la verdadera imagen de nuestra Madre, imitando su caridad.

Jesús, que desde la cruz confiaste tu Madre al discípulo Juan para que la recibiera en su casa,
― otórganos una vida de intimidad con María, para llegar, con su ayuda, a la inefable experiencia de tu amor.

Cristo, Esposo de la Iglesia, que derramaste tu Espíritu Santo sobre los apóstoles que perseveraban unidos en la oración con María, tu Madre,
― concede al Carmelo permanecer unido en la oración, para que se renueve continuamente con la fuerza de tu Espíritu.

Concluyamos nuestra alabanza matutina con la oración que Jesús nos enseñó: Padre nuestro.

Oración

Te suplicamos, Señor, que nos asista con su intercesión poderosa la Santísima Virgen María, Madre y Reina del Carmelo, para que, guiados par su ejemplo y protección, lleguemos hasta la cima del monte de la perfección que es Cristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Conclusión

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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