sábado, 29 de julio de 2017

Evangelizar usando los medios de comunicación contemporáneos


En la edición del domingo 23 de julio del semanario "Iglesia en Aragón" aparece una entrevista que me ha hecho el periodista José María Albalad. Dice así:

El “blog del padre Eduardo” acumula más de dos millones de visitas en apenas cinco años. Hablamos con él sobre las claves de su éxito y de cómo la Iglesia puede anunciar la salvación de Cristo en el siglo XXI. “Los púlpitos han cambiado”, avisa.

Con 18 años, Eduardo Sanz de Miguel (Soria, 1966) se hizo carmelita descalzo. Así se consagró a vivir “en obsequio de Jesucristo” por medio de los votos religiosos. Desde entonces, no ha parado de dar a conocer el mensaje de Jesús. También por las calles digitales, con un espacio virtual –“El blog del padre Eduardo”– que se ha convertido en parte fundamental de su ministerio sacerdotal. 

Ahora comparte fe y esperanza en la parroquia de San Juan de la Cruz de Zaragoza, sin olvidar el pueblo que todos los días le reclama en internet: 
https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com.es

¿Cómo empezó a “pescar” en la Red? 

Cuando yo era estudiante, escribía una carta mensual a los conventos de frailes y de monjas carmelitas en España. Les contaba lo que hacíamos los numerosos estudiantes que estábamos en centros de Roma. La llegada del correo electrónico me facilitó la difusión. Al final, cuando ya tenía varios miles de destinatarios, abrí un blog. 

Empezó como una cosa sencilla: un comentario al evangelio, al santo de cada día, pequeñas clases de biblia, de espiritualidad, de liturgia, de teología, algunas veces en formato multimedia. Y explotó… Me sorprendía ver 100.000 visitas, 500.000, un millón… Y eso seguía subiendo. 

En cierto momento me di cuenta de que muchas visitas llegaban desde Facebook. ¿Cómo era posible, si yo no tenía cuenta? Muchos usuarios compartían en sus cuentas un extracto de mis escritos con el link del blog. 

¿Le da la vida para publicar todos los días? 

No todos los días puedo escribir, pero todos los días publico. Lo dejo programado para que se actualice a las seis de la mañana. 

A través de las redes sociales, el mensaje se multiplica. En el blog entran diariamente unas 3.000 personas, que se suman a los diez mil impactos que llegan cada día a través de Facebook y Google Plus.

¿No le han acusado de perder el tiempo? 

Hay quien todavía no cree en lo que se hace en la Red, pero los resultados hablan por sí solos. 

Recibo mensajes de países donde hay poquísimos católicos, como Arabia Saudita. Me dicen: “No hay Iglesia católica en la ciudad donde vivo, pero lo primero que hago cada mañana es leer el blog, que es donde encuentro el alimento para mi fe”. 

Esto es lo que me mueve. El contacto con miles de personas a las que no conozco y que me escriben agradeciéndome este pequeño servicio. Esta es una parte importante de mi ministerio que yo no he buscado. 

¿Está preparada la Iglesia para comunicar en el siglo XXI? 

Los púlpitos han cambiado, no podemos mirar hacia otro lado. Creo que hay que anunciar el evangelio al hombre de hoy con las técnicas de hoy. 

El problema de los que trabajamos en la pastoral es doble: por un lado, querer anunciar al hombre de hoy con técnicas de ayer, lo que es imposible; o lanzarnos de tal manera a las técnicas que nos olvidemos de los contenidos, y ello es también un peligro. 

¿Tenemos un problema de lenguaje? 

Sí, porque el evangelio y las fuentes de nuestra fe han sido redactadas en una cultura y en un tiempo que no es el nuestro. 

Tenemos que hacer un proceso continuo de traducción, que es lo que ha hecho la Iglesia a lo largo de la historia. El objetivo es que el evangelio pueda llegar a todos los hombres. Y ahora las posibilidades son infinitas. 

La satisfacción de ver que la salvación de Cristo sigue haciéndose presente en todo el mundo es mucho mayor que los trabajos que pueda conllevar. 

Eso es lo que intenta también con sus numerosos viajes, ¿no? 

Doy charlas, predico ejercicios espirituales... Viajar al extranjero me ha confirmado en la catolicidad de la Iglesia. 

He descubierto que todos buscamos algo que dé sentido a nuestra vida. Y lo buscamos, más o menos, por los mismos sitios. 

Pero en realidad ese algo no es algo, sino que es alguien. Solo el encuentro personal con Jesús puede dar sentido a la vida. Y esto lo he visto en distintas latitudes, en distintas vocaciones, en distintos estados de vida, porque es algo que nos une a todos: el ser humano está sediento de vida eterna. Y la vida eterna, el camino, la verdad y la vida, es Jesús de Nazaret. No hay otra manera.

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