viernes, 19 de mayo de 2017
Carmelo en camino: Un proyecto inclusivo (4)
La CONFER española, durante los últimos cuatro años (2014-2017), con el fin de “concienciar, reflexionar, visibilizar, celebrar la dimensión eclesial de un laicado en ‘misión compartida’ con la vida religiosa, viviendo su fe desde la espiritualidad y carismas de diversas familias religiosas”, ha organizado una serie de encuentros llamados "Juntos somos más: la misión compartida".
En el de marzo de 2017, Elías Royón, s.j., presidente de la CONFER española, afirmaba: “[En este campo de la misión compartida entre consagrados y seglares] se ve claro que hay Congregaciones que caminan ya con ‘velocidad de crucero’ y Congregaciones que inician procesos, y lógicamente tienen miedos, recelos, dificultades, desconocimiento. [… Por eso la CONFER organiza estos encuentros para] que ayuden y animen a mas Congregaciones a sumarse a este proceso eclesial de misión compartida”.
En su ponencia, constataba que “la misión compartida ha ido entrando en la realidad y en el lenguaje de la vida religiosa y de la misma Iglesia. Y constatamos que entra más como una evidencia que como un problema; y ha sido incorporado en diversos Institutos religiosos a sus reflexiones, reestructuraciones, práctica diaria e incluso a sus textos legislativos”.
Y añadía: “Toda la vida es vocación; vocación de un Dios que nos llamó a la existencia para hacernos partícipes de su vida divina. La vida de unos hombres y mujeres, laicos y religiosos, entendida como llamada, como vocación de creaturas, pero que en un momento posterior han sido convocados por el bautismo a una vocación de discípulos misioneros de Jesucristo en la Iglesia para el mundo. Aquí se enraíza la misión compartida. […] La novedad está en que ambas vocaciones y ambos envíos se llevan a cabo ‘juntos’ compartiendo carisma y espiritualidad. Y entonces podemos hablar de ‘misión compartida’, como solemos hacer desde hace ya bastantes años. Religiosos y laicos que comparten un mismo carisma y que de una manera u otra viven su fe desde una misma espiritualidad; con parecidas sensibilidades, afrontan e interpretan juntos la evangelización en diversos ámbitos. Así lo reconocía el papa san Juan Pablo II hace veinte años: ‘no pocos Institutos han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos. Estos son invitados por tanto, a participar de manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del Instituto mismo’ (VC 54)”.
Centrándose en lo específico de la “misión” que compartimos, añadió: “A la misión llega cada uno con su propia especificidad. Esto implica que el tema no está tanto en animar a los laicos a que sustituyan a los religiosos, sino en ayudarnos mutuamente a comprender la misión que nos hace comunes, no iguales. La misión es propuesta conjunta, tarea para todos, punto de encuentro para diferentes carismas e instituciones eclesiales. La misión no uniformiza, sí convoca. No somos solo nosotros, los religiosos/as. También son ellos, los laicos quienes llevan adelante una misión que puede ser compartida. Porque, en definitiva se trata de ser todos colaboradores, desde las diversas especificidades, de la única misión, la de Cristo, a la que la Iglesia nos convoca”.
Avanzando en la reflexión, da una especie de “definición” de esta nueva realidad que nosotros queremos vivir en el Carmelo y que otros hermanos ya están viviendo en sus familias religiosas, aclarando lo que no es y lo que está llamada a ser: “Somos conscientes y hay que hacer memoria de ello, de que estamos ante una historia, en cuyo recorrido no han faltado desconfianzas e interpretaciones diversas, pero que en estos momentos somos invitados a transitarla con confianza y decisión, conscientes de que requiere exigencias no siempre fáciles, que implican a laicos y a religiosos. No es un proceso de simple ‘sustitución’ de religiosos por laicos en las instituciones apostólicas, ni siquiera la de una mera ‘colaboración’, ayuda o cooperación, o un desinteresado servicio de ‘voluntariado’. Se trata, repitámoslo una vez más, de una vida cristiana que se siente llamada a comprometerse en la Iglesia en un proyecto evangelizador, nacido de una experiencia carismática, como son las congregaciones religiosas; las cuales abren su propio carisma y espiritualidad para compartirlo, y se haga así posible la misión”.
Hablando de la comunión que no solo crece en el ejercicio de la misión conjunta, sino en otros ámbitos, que favorecen las relaciones humanas y la comunión en la fe, añade: “Los laicos y los religiosos en la misión compartida no solo se reconocen juntos en el marco de las planificaciones o en el desarrollo de la misión. El compartir que expresa la comunión es algo más: es también un entretejido de afectos que favorece una mutua confianza, al estilo de los discípulos de Jesús que vivieron una aventura divina, pero también humana, donde compartieron vida y amistad. La misión compartida no es solo trabajo, sino también relación personal, no solo palabras sino silencio y oración, no solo acción sino también contemplación. Es necesario cultivar el estar juntos sin agendas, sin proyectos, sin planes concretos. La familia de los laicos y la comunidad de los religiosos no puede quedarse fuera del compartir la misión. Se camina juntos y se alimentan de una misma fuente que se les ha concedido gratuitamente: el carisma congregacional que fortalece la fe y da sentido a la misión, que se vive en la comunión eclesial”.
Somos conscientes de que esto no es sencillo, pero tampoco es imposible. Ya se está realizando en varias familias religiosas y, a pesar de los inevitables roces que surgen de la convivencia humana, están suponiendo una inyección de savia nueva en las familias religiosas que han optado por ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario