lunes, 16 de enero de 2017
Celebración cristiana del domingo
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos se sintieron fascinados por los movimientos de los astros. De una manera especial, llamaba su atención el cambio de la luna en cuatro fases de siete días: luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante, lo que dio lugar al cómputo del tiempo en semanas de siete días y meses de cuatro semanas.
El cómputo mensual ha sufrido numerosas adaptaciones hasta alcanzar el sistema actual, que ya no es propiamente lunar, sino una división del año solar, que conserva un eco del ritmo lunar anterior.
Por el mismo motivo, la semana tampoco se corresponde con las fases de la luna, pero sigue siendo el sistema generalizado para el cómputo de los días hasta hoy, a pesar de los varios intentos de sustituirlo por otro.
Por ejemplo, para eliminar el domingo y acabar con las celebraciones cristianas, la Revolución Francesa estableció un «calendario republicano francés», con semanas de diez días, vigente entre 1792 y 1806. Con el mismo propósito, Lenin estableció un «calendario revolucionario soviético», con semanas de cinco días, utilizado entre 1929 y 1940. De momento, ni estos ni otros intentos similares han tenido éxito.
Hasta hace pocos años, en gran parte de los países cristianos, el domingo aún conservaba toda la importancia que la tradición le había conferido. Los negocios y oficinas cerraban rigurosamente. La gente vestía sus ropas más elegantes. En cada templo había una «misa mayor» a media mañana. Era común juntarse con los parientes más cercanos en la casa de los abuelos, para la comida del mediodía. Por la tarde se iba al fútbol o al cine (no había partidos ni proyecciones los otros días de la semana). El lunes se regresaba a la rutina ordinaria.
La sociedad contemporánea ya no distingue unos días de otros, ni en los vestidos, ni en las comidas, ni en los entretenimientos. Los turnos de trabajo y los desplazamientos masivos durante el fin de semana dificultan el cumplimiento del precepto dominical, del que las nuevas generaciones se desentienden mayoritariamente.
A pesar de todo, la Iglesia no cesa de recordar su importancia: «El domingo, en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto».
Reflexionemos sobre el significado cristiano de este día, que sigue conservando su sentido. Pero, para entenderlo, hemos de hablar primero de la teología bíblica sobre el sábado, con el que se relaciona estrechamente. Continuará mañana, si Dios quiere.
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