domingo, 11 de diciembre de 2016
La esperanza cristiana
En la primera lectura de la misa de hoy, el profeta Isaías anuncia que "el desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, se alegrarán con gozo y alegría, verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios".
Para los desterrados de Israel no era fácil creer en las promesas del profeta. Se encontraban en Babilonia, lejos de su patria, y se sentían fracasados.
Sin embargo, el profeta les invitaba a la esperanza, a poner sus vidas en manos del Señor, que puede sacar bienes incluso de los males: "Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes. Mirad a vuestro Dios, que viene en persona y os salvará. Volverán los rescatados del Señor a Sión con cánticos. Pena y aflicción se alejarán".
Tampoco era fácil para Juan Bautista seguir confiando en Jesús. Había puesto su vida entera al servicio de Dios y creía que Jesús establecería la justicia y la paz definitivas. Pero ahora le parecía demasiado débil, por lo que manda una embajada a que le pregunten: "¿Eres tú el que tenía que venir, sí o no?".
Como los desterrados de Babilonia y como Juan Bautista, nosotros también nos encontramos confundidos muchas veces ante tantas situaciones de violencia y de injusticia que nos rodean.
A todos nosotros nos dice Santiago en la segunda lectura de hoy: "Tened paciencia, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca".
Este es motivo de nuestra alegría: El Señor está cerca, él viene a salvarnos, él es nuestra esperanza.
Feliz domingo de Gaudete a todos.
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