jueves, 23 de mayo de 2024
Santísima Trinidad: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo
Cada año celebramos la Pascua al llegar la primera luna llena de primavera. Este es el motivo por el que varía la fecha de todas las fiestas que dependen de ella: el miércoles de ceniza, con el que comienza la Cuaresma, es 40 días antes; el domingo de Pentecostés, con el que concluye el tiempo pascual, es 50 días después. Las semanas siguientes se celebran las fiestas de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús.
De alguna manera, la fiesta de la Santísima Trinidad es el resumen de toda nuestra fe: Dios es amor, familia, comunión de personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Aunque algunos grupos sectarios digan lo contrario, el misterio de la Santísima Trinidad se revela en numerosos pasajes de la Biblia. Veamos algunos:
Dios Padre envió el Espíritu Santo a María para que pudiera convertirse en la madre de su Hijo.
En el bautismo, el Padre envió el Espíritu Santo sobre Jesús, diciendo: «Este es mi Hijo».
Antes de su ascensión, Jesús dijo a los discípulos: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
En la oración inicial de la misa de la fiesta de la Santísima Trinidad, pedimos: «Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén».
El catecismo de la Iglesia católica dice así: «El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos».
En la misa pedimos a Dios Padre que envíe su Espíritu sobre el pan y el vino para que su Hijo se haga presente en ellos. Hay un movimiento «descendente»: Padre➜Espíritu➜Hijo.
Después de la consagración, damos gloria al Padre, por Cristo en el Espíritu. Hay un movimiento ascendente: Hijo➜Espíritu➜Padre.
Dios misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos conceda vivir íntimamente unidos en su amor. Amén.
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