martes, 24 de noviembre de 2015
el libro de Daniel
Los días feriales de esta semana (la última del año litúrgico) leemos en la primera lectura de la misa el llibro de Daniel, que fue escrito en tiempo de la dominación griega sobre Israel, cuando la persecución contra los creyentes se hizo más violenta.
Este libro misterioso describe por medio de imágenes simbólicas el combate que las fuerzas del mal y los imperios paganos realizan contra Dios y contra su pueblo. Fieras terribles representan a los imperios que se han sucedido en el dominio de la Tierra Santa. Aunque de momento los enemigos parezcan más fuertes, los creyentes saben que Dios y su causa terminarán triunfando.
«Daniel» en hebreo significa ‘Dios es mi juez’. Un nombre muy apropiado para este libro, que anuncia repetidas veces el juicio de Dios sobre los gentiles y sobre la historia.
Daniel no es presentado como el autor, sino como el «héroe» principal de este escrito. Él habría sido un personaje de la nobleza judía llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el año 605 a. C.
Junto con tres compañeros judíos (Ananías, Azarías y Misael) y otros jóvenes de distintas proveniencias, fue educado en la corte para ser consejero del rey, que quería tener una corte internacional.
Daniel es el único que supo descifrar un sueño misterioso del monarca, por lo que se ganó su confianza y se convirtió en un alto cargo de la administración. Posteriormente también fue el único que supo interpretar otros sueños o dar consejos acertados.
Esto suscitó las envidias de los sabios y adivinos de la corte, que intentaron acabar con él en varias ocasiones, llegando a arrojarlo a un foso con leones hambrientos, pero salió victorioso de todas las persecuciones.
El autor no pretendía transmitir sucesos del pasado, de los que tenía un conocimiento aproximado pero inexacto, sino consolar a los israelitas en tiempos de persecución, poniéndoles el ejemplo de la acción salvadora de Dios en otras épocas y animándoles a seguir confiando en él.
El libro de Daniel usa una expresión que tendrá mucha importancia en el Nuevo Testamento: «hijo del hombre». La podemos encontrar también en Ezequiel (donde aún equivale simplemente a «hombre, ser humano»). En el caso de Daniel se refiere a un ser extraordinario que en cierto momento recibe de Dios un dominio universal, participando incluso de poderes divinos. Esta es la expresión que usan los evangelios cuando presentan a Jesús hablando de sí mismo, como cuando el sumo sacerdote le conjura a decir si él era el mesías: «Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre...» (Mt 26,64).
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