jueves, 6 de julio de 2023

Qué es una "novena". Justificación bíblica


Las cosas importantes hay que prepararlas con tiempo. Por ejemplo, nadie debería presentarse a un examen o a unas oposiciones sin haber estudiado antes. También los que van a casarse o a tener un hijo preparan todo lo relativo para la boda o el parto.

En la Iglesia, preparamos la Navidad con las cuatro semanas de Adviento y la Pascua con los cuarenta días de Cuaresma. Otras fiestas del año litúrgico también las preparamos con tres días (un triduo), cinco (un quinario), siete (un septenario) o nueve (una novena).

Una «novena» son nueve días de oración y reflexión en honor de un santo o como preparación para una fiesta. Podemos considerar la primera «novena» del cristianismo aquellos encuentros de oración que tuvieron lugar entre la ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. El libro de los Hechos de los apóstoles indica que, en aquellos días, los discípulos, discípulas y parientes del Señor «perseveraban en la oración con María, la madre de Jesús» (Hch 1,14) y que, mientras estaban reunidos orando, el Espíritu Santo descendió sobre ellos.

En la tradición cristiana son muy comunes las novenas de preparación a la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (del 29 de noviembre al 7 de diciembre), la de preparación a Navidad (del 16 al 24 de diciembre, también llamada novena del Niño Jesús, misas de aguinaldo, posadas, etc.), la de san José (del 10 al 18 de marzo), la del Sagrado Corazón de Jesús (los 9 días anteriores a su fiesta en el mes de junio) y la novena «de ánimas» por los difuntos (en los primeros días de noviembre, aunque en muchos sitios también se celebra un novenario de misas cuando alguien fallece).

También las parroquias y congregaciones religiosas suelen celebrar una novena de preparación para la fiesta de su santo titular, patrón o fundadores.

Manteniendo firme nuestra fe en Jesucristo, «camino que lleva al Padre» (Jn 14,6), único y definitivo «mediador entre Dios y los hombres» (1Tim 2,5), hemos de recordar que él quiso asociar a otras personas a su obra redentora. Él es el único pastor y el único maestro, pero envía a sus colaboradores a que continúen su misión por el mundo. De la misma manera, asocia a sí a los redimidos que ya han alcanzado la vida eterna.

Ya en el Antiguo Testamento, los israelitas, que afirman siempre que hay un solo Dios y salvador, en sus oraciones hacían memoria de los antepasados justos, a los que consideraban válidos intercesores ante Dios. Lo podemos ver en varios pasajes de la Biblia, como cuando Moisés ora por el pueblo, diciendo: «Acuérdate de Abrahán, Isaac y Jacob, siervos tuyos» (Éx 32,13). También los jóvenes en el horno de fuego dicen: «No nos retires tu amor, por Abrahán, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Israel, tu consagrado» (Dan 3,34-35). Y el salmista ora: «Por amor a David, tu siervo, no des la espalda a tu ungido» (Sal 132 [131],10).

En polémica con los saduceos, que negaban la resurrección, Jesús mismo citó la Escritura, que pone a los patriarcas por intercesores ante el Altísimo, diciendo: «No es Dios de muertos, sino de vivos» (Lc 20,38). El Apocalipsis también habla del culto de los redimidos ante el trono de Dios: los veinticuatro ancianos (imagen de los 12 padres de las tribus de Israel y de los 12 apóstoles) tenían en sus manos «copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos» (Ap 5,8). Así se unen las oraciones de los vivos (los «santos») y de los que ya participan de la vida eterna (los «ancianos»).

Estas consideraciones bíblicas nos permiten descubrir que el recuerdo que hacían los israelitas de sus antepasados, convencidos de que ellos están vivos y de que interceden por su pueblo ante el Señor, es la raíz del culto cristiano a los santos y a la Virgen María, que son para nosotros modelos en el seguimiento de Cristo e intercesores ante el trono del Altísimo.

El concilio Vaticano II reafirmó la fe en la comunión de los santos, indicando que los que ya están definitivamente unidos a Cristo trabajan para que el resto de la Iglesia alcance la meta prometida: «No cesan de interceder por nosotros ante el Padre. Su fraterna solicitud ayuda mucho a nuestra debilidad» (LG 49). 

Santa Teresita de Lisieux manifestó en diversas ocasiones su conciencia de que pasaría el cielo haciendo el bien en la tierra, de que su misión de salvar almas continuaría después de su muerte. Efectivamente, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace cada vez más cercano a ellos.

Del 7 al 15 de julio se celebra la novena en honor de la Virgen del Carmen, cuya fiesta es el 16 de julio. En esos nueve días reflexionamos sobre la vida de la Virgen María, para aprender de ella a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Siempre tenemos que recordar que, cuando hablamos de la Virgen María, la invocamos con distintos nombres que provienen de algún momento de su existencia terrenal o de la presencia de un cuadro o escultura que la representa en algún santuario.

Así, la «Virgen de la Esperanza» hace referencia a María embarazada y también a María orante el Sábado Santo en espera de la resurrección del Señor. La «Virgen de Belén», la «Virgen de la leche», el icono de la «Virgen de la ternura» y muchas otras representaciones y advocaciones hacen referencia al cuidado maternal de María durante la infancia de su hijo Jesús. La «Candelaria» recuerda la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén cuarenta días después de su nacimiento. La «Virgen Dolorosa», «Virgen de las Angustias» y advocaciones similares, que normalmente representan a María con uno o siete puñales atravesando su corazón, nos recuerdan la presencia de María a los pies de la Cruz y su participación en los sufrimientos de su Hijo. La «Asunción» hace referencia a su glorificación en el cielo.

Otros títulos marianos van unidos a alguna virtud o característica de María: «Virgen de la Caridad», «de la Consolación», «del Socorro», «Nuestra Señora de la Paz», «Madre de la Iglesia», «Madre de los Desamparados», etc.

Igualmente, hay advocaciones marianas íntimamente unidas a distintas Órdenes y congregaciones religiosas: la Virgen del Carmen (carmelitas), la de la Merced (mercedarios), la del rosario (dominicos), María Auxiliadora (salesianos), la Divina Pastora (capuchinos).

En muchos casos se hace referencia a distintas advocaciones o santuarios marianos con el mismo nombre: la Virgen de Guadalupe en México y España, nuestra Señora de los Ángeles en la porciúncula de Asís (Italia) y en Cartago (Costa Rica).

Finalmente, están las representaciones unidas a algún lugar geográfico o santuario en el que se encuentra la imagen original o donde surgió esa devoción: la «Virgen del Carmen« hace referencia al santuario «Stella Maris», que se encuentra en la cima del Monte Carmelo, en Tierra Santa, la «Virgen de Lourdes» se refiere al santuario de María en esa ciudad francesa, la «Virgen de Fátima» se refiere al santuario de María en esa ciudad portuguesa, la «Virgen del Pilar» se refiere a la imagen de María en su santuario de Zaragoza, en España, la «Virgen de Guadalupe» se refiere a la imagen del santuario de Extremadura en España o bien al cuadro que la representa en la ciudad de México.

En todos los casos hablamos de María de Nazaret, la madre de Jesús, a la que representamos de distintas formas, vestimos con distintos trajes e invocamos con distintos títulos, como hacemos cuando rezamos letanías en su honor.


Deseo a todos una bendecida novena en honor de la Virgen del Carmen. Que ella nos ampare bajo su manto protector.

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