jueves, 17 de septiembre de 2015

La espiritualidad carmelitana a la luz de la Regla


Hoy es la fiesta del santo obispo Alberto de Jerusalén, legislador de nuestra Orden. 

El P. Camilo Maccise, que en gloria esté, fue general de la Orden y dejó recuerdos de su santidad y de su afabilidad en todos los que lo tratamos. En vida sufrió las calumnias de un grupo eclesial muy concreto, que lo denunció en varias ocasiones a la congregación para la vida consagrada con acusaciones infundadas. Él lo llevó todo con paciencia y buen humor. El tiempo ha puesto a cada uno en su sitio ya que, como dice santa Teresa de Jesús, "la verdad padece, pero no perece". 

Recojo aquí la primera parte de un texto del P. Camilo titulado "La espiritualidad carmelitana a la luz de la Regla, de nuestros Santos y del documento de Aparecida", en concreto lo que se refiere a la Regla y a los orígenes del Carmelo. Feliz día a todos.

INTRODUCCIÓN

El espíritu de la Orden es fruto de su espiritualidad que surge del carisma. Cada Instituto religioso tiene su propia espiritualidad. Lo recuerda VC en el n. 93: El carisma genera una espiritualidad peculiar, esto es, un proyecto preciso de relación con Dios y con el ambiente circundante, caracterizado por peculiares dinamismos espirituales y por opciones operativas que resaltan y representan uno u otro aspecto del único misterio de Cristo. Cuando la Iglesia reconoce una forma de vida consagrada o un Instituto, garantiza que en su carisma espiritual y apostólico se dan todos los requisitos objetivos para alcanzar la perfección evangélica personal y comunitaria.

La vida espiritual, por tanto, debe ocupar el primer lugar en el programa de las Familias de vida consagrada, de tal modo que cada Instituto y cada comunidad aparezcan como escuelas de auténtica espiritualidad evangélica. De esta opción prioritaria, desarrollada en el compromiso personal y comunitario, depende la fecundidad apostólica, la generosidad en el amor a los pobres y el mismo atractivo vocacional ante las nuevas generaciones. Lo que puede conmover a las personas de nuestro tiempo, también sedientas de valores absolutos, es precisamente la cualidad espiritual de la vida consagrada, que se transforma así en un fascinante testimonio.

QUÉ ES ESPIRITUALIDAD

- Es un estilo o forma de vivir la vida cristiana, que es vida “en Cristo” y “según el Espíritu”, que se acoge por la fe, se expresa en el amor y se vive en la esperanza.

- Hablar de espiritualidad no es, por tanto, hablar de una parte de la vida, sino de toda la vida, incluso la acción bajo el impulso del Espíritu Santo.

- La referencia primordial de la espiritualidad cristiana es Jesús, la conversión a Él y su seguimiento.

- Una es la vida cristiana y muchas las espiritualidades.

LA ESPIRITUALIDAD CARMELITANA

- La espiritualidad carmelitano-teresiana hunde sus raíces en la experiencia de los primeros ermitaños que habitaron el Monte Carmelo. Esta experiencia se expresó, más adelante, en los escritos de la tradición de la Orden, en primer lugar en la Regla de san Alberto. Esos elementos fueron releídos por santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. En la vivencia y reflexión posconciliar sobre su espiritualidad, el Carmelo destacó especialmente:

- la experiencia del Dios vivo y el seguimiento de Jesús

- la escucha orante de su Palabra,

- el empeño profético y

- la devoción a María vista como Madre, Hermana y Modelo.

LA REGLA DE SAN ALBERTO DE JERUSALÉN

- La Regla está empapada de la Escritura. Una de las características de ella es precisamente el uso que hace de la Biblia desde el principio hasta el fin. La Regla está llena de reminiscencias bíblicas, de alusiones y citas de la Escritura. Por otro lado, recomienda el uso de la palabra de Dios y menciona el ejemplo de algunos personajes bíblicos. Estadísticamente hablando, existen en ese breve texto varias decenas de citas y evocaciones bíblicas porque la Escritura se había asimilado de tal manera que formaba parte de la vida de los ermitaños del Monte Carmelo.

- Por otra parte, la Regla subraya valores fundamentales de la vida cristiana. Entre ellos sobresalen: el seguimiento de Cristo, la escucha orante de la Palabra, la eucaristía y la oración litúrgica, el amor que conduce a la fraternidad, el trabajo, la abnegación evangélica, el silencio como medio de encuentro con Dios y con los demás. A través de la doctrina que se da sobre ellos se ofrecen orientaciones básicas que se pueden ir explicitando a la luz de los signos de los tiempos y de los lugares. En ellas el Carmelo encuentra un núcleo esencial que permite enfrentar los nuevos desafíos que se van presentando. Como carmelitas estamos llamados, en fidelidad al espíritu de la Regla, a servir a nuestros hermanos y, al mismo tiempo, a transmitirles la riqueza experiencial y doctrinal de la misma. Para hacer eso necesitamos ofrecer el testimonio de personas que viven esos valores encarnándolos en nuestra realidad.

LA EXPERIENCIA DE LOS ERMITAÑOS 
DEL MONTE CARMELO

- En la raíz misma de la Orden del Carmen está la experiencia de un personaje bíblico: Elías. Su figura fue inspiradora para un grupo de cruzados que se retiró a la montaña del Carmelo para renovar, desde la fe cristiana, la vida de un profeta comprometido con la Palabra de Dios y sus exigencias. Por otro lado, la vida de María como hermana y modelo, fue iluminadora y caracterizante de la espiritualidad carmelitana desde sus orígenes. Es verdad que en ningún lugar de la Regla se habla del profeta Elías y del ejemplo de la Virgen. Sin embargo, estas dos figuras bíblicas son las que, a través de toda la historia de la Orden, recibirán un relieve especial, al punto de determinar toda la espiritualidad carmelitana.

- Los rasgos de Elías y la espiritualidad del Carmelo: hombre de Dios, cercano al pueblo, hombre de oración. Estos tres rasgos de la personalidad de Elías influyeron decisivamente en la espiritualidad carmelitana que se orientó a la búsqueda de Dios, en la sencillez de la vida y en la escucha orante de la Palabra.

- María del evangelio como hermana y modelo. Junto con la figura de Elías, la figura bíblica de María, fue inspiradora para la Orden desde sus principios. Los ermitaños del Monte Carmelo supieron contemplar en ella a la Madre y Hermana cuya vida era el modelo de su existencia consagrada. Sobre todo descubrieron en ella a la Virgen sencilla de Nazaret, abierta a Dios y cercana al pueblo. Abierta a Dios escuchando su Palabra en la Escritura y en la vida (Lc 11,27); creyendo en esa Palabra, con una fe profunda que enfrentó dificultades concretas y se desarrolló en la oscuridad y en la prueba (Lc 1,45; Mt 1,13-23); viviendo las exigencias de la Palabra en todas las circunstancias, sin entender muchas cosas; guardando todo en su corazón (Lc 2,19. 50-51), caminando como peregrina de la fe y de la esperanza. Su cercanía al pueblo se les mostró en el hecho de que María se preocupó de las necesidades de la gente: va visitar a su prima Isabel para ayudarla cuando está cercano el momento de su parto (Lc 1,39-45.56); en la bodas de Caná se interesó de las necesidades materiales de la familia que ofrecía el banquete (Jn 2,1-12); acompañó a los apóstoles en la oración, a pesar de que ellos habían abandonado al Señor (Act 1,14). La Virgen era contemplada por los ermitaños como una mujer sencilla, una "pobre de Yahvé", abierta al servicio de los hermanos, porque estaba abierta a Dios y a sus planes (Lc 1,45-55).

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