«En aquel tiempo, Jesús se apareció a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. [...] Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos».
El evangelio de hoy nos recuerda que el Señor se hace presente a los discípulos que están desorientados pero, a pesar de todo, conservan cierta unidad entre ellos.
El desánimo sugirió a cada uno volver a sus quehaceres, buscando una seguridad personal y abandonando la empresa común, pero mantuvieron las relaciones. Se ayudan en lo material, colaborando en los trabajos de la pesca, aunque con poco éxito.
En esta escena nos encontramos con los amigos de la primera hora, con los que Jesús inició su aventura (Pedro, Tomás, Natanael, los hijos del Zebedeo y otros dos).
En esta escena nos encontramos con los amigos de la primera hora, con los que Jesús inició su aventura (Pedro, Tomás, Natanael, los hijos del Zebedeo y otros dos).
El primero de la lista es Pedro. Dato importante para la comunidad, que tiene que madurar la disponibilidad a la colaboración en torno a Pedro para vencer las dificultades del momento.
Aunque la noche sea larga, aunque el trabajo parezca pesado y sin fruto, aun cuando el tiempo triste le sugiera a cada uno irse a su casa, sigue siendo necesaria la colaboración de todos.
Aunque la noche sea larga, aunque el trabajo parezca pesado y sin fruto, aun cuando el tiempo triste le sugiera a cada uno irse a su casa, sigue siendo necesaria la colaboración de todos.
En esta perseverancia común, en la fatiga aceptada conjuntamente, la presencia del Señor, que parecía perdida, vuelve a manifestarse.
El Señor se hace presente por la mañana, aunque bien podía haber estado toda la noche entre ellos, sin que se dieran cuenta.
El texto recuerda a la Iglesia que el Señor siempre está cerca, como compañero y amigo generoso. Hay que obedecer siempre a su palabra, abriendo los ojos del corazón para descubrirle.
El texto recuerda a la Iglesia que el Señor siempre está cerca, como compañero y amigo generoso. Hay que obedecer siempre a su palabra, abriendo los ojos del corazón para descubrirle.
Jesús se manifiesta con tres signos complementarios:
En primer lugar, premia con su presencia la constancia de quienes han perseverado unidos, en grupo, a pesar de las dificultades.
En segundo lugar, premia con una pesca abundante el esfuerzo de quienes siguen sus indicaciones, aunque no las terminen de comprender; en contraste con su largo e infructuoso trabajo nocturno.
En tercer lugar, se manifiesta a los suyos con su acostumbrada benignidad y amistad, como quien siempre sale al encuentro, reparando nuestras fuerzas, sirviéndonos, ofreciéndonos el alimento que necesitan nuestros cuerpos cansados.
En primer lugar, premia con su presencia la constancia de quienes han perseverado unidos, en grupo, a pesar de las dificultades.
En segundo lugar, premia con una pesca abundante el esfuerzo de quienes siguen sus indicaciones, aunque no las terminen de comprender; en contraste con su largo e infructuoso trabajo nocturno.
En tercer lugar, se manifiesta a los suyos con su acostumbrada benignidad y amistad, como quien siempre sale al encuentro, reparando nuestras fuerzas, sirviéndonos, ofreciéndonos el alimento que necesitan nuestros cuerpos cansados.
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