domingo, 21 de febrero de 2021

El diluvio universal


La primera lectura de la misa de hoy recoge la narración del diluvio universal. No solo la Biblia, sino muchas narraciones antiguas de distintos pueblos hablan de un diluvio universal.

Hoy sabemos que en el pasado remoto y reciente ha habido varias inundaciones terribles que han devastado amplias zonas del planeta, sea en momentos de deshielo, sea causadas por maremotos y tsunamis. Posiblemente el recuerdo de algún acontecimiento de estos esté en la base de la narración bíblica.

Lo interesante no es el hecho en sí, sino la interpretación que la Biblia ofrece del acontecimiento, la enseñanza que nos regala.

Sobre lo primero que reflexiona el libro del Génesis es sobre la causa del diluvio (es decir, de los desastres que causan sufrimiento): los pecados de los hombres, la corrupción. Llegando a afirmar que «los pensamientos del hombre tienden siempre al mal» (Gén 6,5).

Puede parecer una exageración, pero basta ver el telediario de un día cualquiera para darnos cuenta de que el egoísmo, la corrupción y la violencia siguen reinando en nuestra sociedad. Y que esto es causa de sufrimiento para muchos.

La Biblia interpreta el mal como el uso equivocado de la libertad. No es una fuerza externa sin nombre ni figura. El mal también tiene que ver conmigo y con mis acciones de cada día, con mi egoísmo e insolidaridad.

Eso es verdad, pero no es toda la verdad. El relato del Génesis continúa diciendo que el hombre no está solo ni abandonado en manos del mal.

Dios invita a Noé a construir un arca en la que salvarse del diluvio. De por sí, esta es la oportunidad de salvación para todos, porque si todos hacen como Noé, todos se salvarán. O mejor aún, si escuchan el mensaje de que los pecados van a causar un desastre y dejan de pecar, el diluvio no tendrá lugar (como sucedió con la predicación de Jonás en Nínive).

De hecho, aunque a primera vista no lo parezca, no es Dios el que envía el diluvio como castigo, sino que son los mismos hombres los que lo provocan con sus obras, haciéndose daño a sí mismos. Dios lo que quiere es evitarlo.

El texto termina hablando de una alianza de Dios con Noé y con todos los seres vivos, en la que Dios se compromete a proteger la vida sobre la tierra.

El signo de la alianza es el arco iris. No un arco de guerra para mandar flechas que destruyan a los pecadores, sino un arco de colores plantado sobre la tierra, meramente decorativo.

Es verdad que los hombres seguimos haciéndonos daño unos a otros, pero Dios no se cansa de advertirnos, de invitarnos a la reconciliación y de sanar los corazones afligidos. Este es el mensaje de la Cuaresma. Este es el mensaje del cristianismo.

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