viernes, 13 de octubre de 2023

Dios nos invita al banquete de bodas de su Hijo. Domingo 28 del Tiempo Ordinario, ciclo "a"


Después de tres domingos escuchando parábolas de Jesús que comparan el reino de Dios con una viña, el evangelio del domingo 28 del Tiempo Ordinario, ciclo "a", recoge otra imagen distinta: la del banquete de bodas.

El mismo Dios que nos llama a trabajar en su viña y nos paga mucho más de lo que merecemos, nos invita a participar en un banquete maravilloso: el banquete de bodas de su Hijo con la Iglesia y con cada uno de los fieles que se abren a su amor.

Como nos dice el evangelio y como nosotros vemos cada día, hay quienes lo rechazan con las excusas más peregrinas y hay quienes acuden a él "sin traje de fiesta", inconscientes de la maravilla que se les ofrece, sin verdaderos deseos de participar.

Yo creo que los lectores de este blog sí que aceptan con corazón agradecido la invitación al banquete. Y también creo que quieren disponerse para vivir intensamente el encuentro con Jesús.

Somos conscientes de que no merecíamos la invitación. Nos encontrábamos entre los que estaban "en los cruces de los caminos". Por eso recibimos con agradecimiento el ofrecimiento del Señor y queremos prepararnos, revistiéndonos de fe, esperanza y amor, para participar con gozo en esta gran fiesta.

La imagen del banquete para hablar del reino de Dios está muy presente en el Antiguo Testamento, como testimonia la primera lectura de este domingo, tomada del profeta Isaías: "El Señor preparará en este monte, para todos los pueblos, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos y vinos generosos..." (Is 25,6-10).

Lo mismo podemos decir del símbolo del matrimonio. Desde los tiempos del profeta Oseas (siglo VIII a.C.), Dios se presenta a menudo como un esposo amante y paciente. Israel, Jerusalén, el pueblo de Dios y cada persona son la esposa. De todas las obras que desarrollan este argumento, la más representativa es el Cantar de los cantares.

Jesús recibe estos símbolos de la tradición judía y los recrea. Lo mismo harán san Pablo y el Apocalipsis, después de él. 

La espiritualidad carmelitana es eminentemente esponsal, por lo que se cimienta sobre estos textos. Con san Juan de la Cruz, participemos con gozo y agradecimiento en "la cena que recrea y enamora". La eucaristía es un anticipo y una prefiguración.

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