miércoles, 2 de julio de 2014

El Monte Carmelo de Tierra Santa: geografía, flora y fauna


Por influencia de los y las carmelitas, en muchas ciudades del planeta hay barrios, calles, escuelas, hospitales o casas de espiritualidad que llevan este nombre; pero no podemos olvidar que el Carmelo es, ante todo, un lugar geográfico de Israel, una montaña que ha suscitado desde siempre la admiración de las personas sensibles. En la fotografía se ve el monasterio de la Virgen del Carmen en la cima del monte.


Quienes lo hemos visitado y hemos tenido la posibilidad de alojarnos sobre su cima, en el monasterio de los carmelitas descalzos, nunca podremos olvidar las preciosas vistas sobre la bahía de Haifa ni los olores de sus hierbas aromáticas. 

Los poetas lo han cantado muchas veces. Pedro Calderón de la Barca, por ejemplo, tiene unos romances titulados Descripción del Carmelo, que empiezan así: «En la apacible Samaria, / hacia donde el sol se pone, / en túmulo de esmeraldas / yace un gigante de flores. // Verde Atlante de los cielos, / tanto su beldad se opone, / que, siendo cielo en la tierra, / parece en el cielo monte…»

El Monte Carmelo (en hebreo Har HaKarmel), más que un monte es una cadena montañosa de unos 30 km. de largo, con forma triangular, situada en la Alta Galilea (al norte de Israel), que desciende desde Haifa, casi en paralelo al Mediterráneo y se va ensanchando a medida que se aleja de dicha ciudad, alcanzando entre 10 y 15 kilómetros de anchura. La franja costera (entre el monte y el mar) es la llanura de Sarón. Al otro lado de la montaña se encuentra el valle de Jezreel (o de Esdrelón). Estas son las tierras más fértiles y productivas de Israel.

El promontorio noroccidental (que forma el pico del triángulo) se adentra en el mar Mediterráneo como la proa de un barco. Los palestinos lo llaman en árabe anf el-jebej (que significa «la nariz de la montaña») y los judíos, en hebreo ro’sh hakkarmel (que significa «la cabeza del Carmelo»). En su cima, a 170 metros de altura, dominando la bahía de Haifa (la antigua ciudad de Porfirio) se encuentra el santuario Stella Maris, en honor de la Virgen del Carmen, invocada como «Estrella del mar». De hecho, un faro construido sobre la antigua hospedería del convento guía las naves al puerto.

En el extremo más alejado del mar, a 550 metros de altura, dominando el valle de Jezreel, se encuentra el convento carmelitano del Mu-Hra-Ka (nombre árabe que significa «lugar del sacrificio»), en recuerdo del fuego que el profeta Elías hizo descender desde el cielo y que consumió el sacrificio, la leña y el altar ante los profetas de Baal. 

A la puerta del santuario, una gran escultura del profeta con la espada en alto y un fenicio degollado a sus pies recuerda la victoria de la fe en el Dios verdadero sobre la idolatría. De vez en cuando algunos guías hebreos dicen a sus acompañantes que representa la victoria del profeta israelita contra los musulmanes. Algunos guías musulmanes, por su parte, lo interpretan como la victoria del Islam sobre los judíos. Pero esas son otras historias…

La montaña se halla perforada por varios vallecillos, a modo de gargantas o cañones, por los que discurre el agua de algunas fuentes y de los torrentes que se forman cuando llueve. Estos valles son llamados widian (que es el plural de wadi). Para nosotros el más importante es el wadi ‘ain es-Siah (o Nahal Siah) o «valle de los mártires», porque allí nació la Orden carmelitana y conservan las ruinas del convento primitivo «junto a la fuente de Elías».

A pesar de encontrarse en un país semidesértico y de que solo llueve en invierno, el Monte Carmelo se conserva verde todo el año. El rocío proveniente del mar se posa cada noche sobre la montaña, refrescando los pinos, algarrobos, higueras, olivos, laureles, romeros, retamas y rosales silvestres, que crecen abundantemente. (La UNESCO lo declaró reserva de la biosfera en 1996). Además, el torrente Quijón y otras fuentes permiten el cultivo de plantaciones de olivos, almendros, viñedos, cítricos y campos de cereales a sus pies.

Hoy la fauna se reduce a algunos corzos, jabalíes, felinos menores, damanes (unos roedores algo más grandes que los conejos), reptiles, aves e insectos; pero en tiempos pasados había también abundantes onagros (un tipo de asnos salvajes), uros (bueyes salvajes), ciervos, gamos, osos, lobos, leones, leopardos, panteras, hienas, chacales y aves rapaces.

La presencia de fuentes y la posibilidad de alimentarse con los frutos de la tierra y la caza de animales, favoreció desde antiguo el establecimiento de grupos humanos en las faldas del Carmelo. La montaña contiene numerosas cuevas, algunas de ellas habitadas desde el Paleolítico. Distintas excavaciones en el wadi Murara han sacado a la luz restos de un homínido, que ha sido llamado homo carmelitanus y que, gracias al Carbono 14, se han datado hacia el 50-60.000 a.C.

El Carmelo está situado en el norte de Israel, a modo de frontera natural entre la tierra de Canaán (hoy Israel-Palestina) y la de los fenicios (el actual Líbano). Como sus laderas son escarpadas, la vegetación era muy espesa y las fieras abundantes, normalmente se atravesaba la montaña a través del paso natural de Meguido. Allí, las excavaciones arqueológicas han encontrado restos de veinte ciudades, sucesivamente destruidas y reconstruidas cada una sobre las ruinas de la anterior a lo largo de 5.000 años. 

Cada vez que un imperio surgía en la zona, era lugar de paso obligado para expansionarse conquistando la estratégica Canaán (nexo de unión para las rutas comerciales que unían Europa, Asia y África), tal como testimonia abundantemente la Biblia: «El faraón Necao, rey de Egipto, fue al encuentro del rey de Asiria hacia el río Éufrates. Josías le salió al paso, pero el faraón le mató en Meguido» (2Re 23,29).

Las guerras en las laderas del Carmelo fueron tantas y los muertos tan numerosos, que el Apocalipsis llega a identificar ese espacio con el lugar elegido por Dios para el combate y juicio finales: «Y reunieron a los reyes en el lugar que en hebreo llaman Harmaguedón» (Ap 16,16). 

La antiquísima fortaleza que defiende el paso por el Carmelo desde las tierras de Canaán hacia el Norte es indiferentemente llamada Meguido y Harmaguedón (deformación de Har Meguido, el Monte de Meguido, también transcrito como Armagedón, Argamedón y Hargamedón). Los evangélicos tienen una literatura abundante sobre el Harmaguedón, que ha inspirado numerosas novelas y películas de origen norteamericano sobre temas apocalípticos.

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