martes, 22 de abril de 2014

Ejercicios espirituales con santa Teresa de Jesús


Adentrarme en estos días en la experiencia de Teresa de Jesús me ha ayudado a valorar más mi ser mujer y consagrada. Me llena de alegría formar parte de esta familia teresiana. A todos los que la tenemos como punto de referencia en nuestro seguimiento de Cristo, esta gran mujer nos invita a redescubrir siempre que Dios tiene una historia de salvación para cada persona, que se adapta a nuestros ritmos y capacidades, que no se cansa nunca de confiar en nosotras... y que debemos disponernos a su gracia, abriéndole el corazón.

El testimonio y las enseñanzas de Teresa me reafirman que la fuerza de Dios se manifiesta en lo débil, en lo pequeño, en lo cotidiano, en la vida de cada día. Esto me llena de gozo y esperanza.

Teresa vivió en una sociedad muy concreta, en la que la mujer tenía pocas posibilidades de desarrollar sus capacidades. Pero ella tuvo un gran empuje. Era consciente de su dignidad como mujer y se ganó el respeto de los demás, abriendo caminos a las demás mujeres.

Me admira que los valores de Teresa, "las virtudes grandes" en las que insiste, son realidades bien sencillas, del día a día: la laboriosidad, el amor a las hermanas, la sencillez, la sinceridad... 

Teresa fue una mujer muy humana y muy sensible. Supo relativizar todas las cosas, consciente de que solo Dios permanece estable. Se enamoró locamente de Él y se entregó por completo a su servicio. Su gran sentido del humor le ayudó a superar las dificultades.

El ambiente de silencio y recogimiento que hemos vivido en estos días y la gran participación en las celebraciones litúrgicas y encuentros de oración han sido para mí un regalo y una exigencia a disponer mi corazón para el encuentro con Jesús.

Teresa me dice que "en estos tiempos recios son menester amigos fuertes de Dios" y yo quiero serlo.

Doy gracias al P. Eduardo y a las hermanas que han hecho posible esta experiencia. Hermana Milka, ctsj.

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