viernes, 28 de febrero de 2014

¿Quién es el Espíritu Santo?


Ayer hablé de la teología espiritual. A partir de esa entrada he recibido un correo que me pide explicar qué es el Espíritu Santo. Comenzaré diciendo que no es un "que" sino un "quien". Comencemos recordando que en hebreo se dice "Ruah".

La palabra hebrea significa originalmente soplo, aliento, aire, viento y posteriormente también alma. Tiene un profundo sentido dinámico. En hebreo es de género femenino, por lo que su relación con la vida, con la generación, es muy fuerte. La palabra ruah se utiliza 389 veces en el Antiguo Testamento (277 su traducción al griego pneuma en la biblia de los LXX), con tres significados claramente diferenciables, según el contexto:

1- Simplemente el viento, el soplo del aire; a veces suave (brisa): «el viento acaricia mi rostro» (Job 4,15) y a veces fuerte (huracán): «YHWH hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este, que secó el mar y dividió las aguas» (Ex 14,21). Es Dios quien lo «hace soplar» (Ex 10,13), lo «envía» (Num 11,31), lo «saca de sus depósitos» (Jer 10,13), lo «suscita (Sal 107,25)...

2- La respiración, la fuerza vida que hay en el hombre: «el Señor formó el espíritu en lo íntimo del hombre» (Zac 12,2), la sede del conocimiento y de los sentimiento: «su espíritu estaba conturbado» (1Sam 1,15), el alma: «desconoció al que le modeló, al que le inspiró el alma» (Sab 15,11). También aquí Dios es su origen: «Él tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre» (Job 12,10); «vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el Espíritu vuelva a Dios, que es quien lo dio» (Ecl 12,7).

3- La fuerza de vida de Dios, por la que Él obra y hace obrar: «Si retiras tu Espíritu, expiran y vuelven al polvo; si envías tu Espíritu son creados y renuevas la faz de la tierra» (Sal 104,29-30). Es el principio por el que Dios crea y entra en relación con sus criaturas y con el hombre, la energía con la que Dios actúa en las personas y en la historia para realizar su proyecto de salvación.

El paso de usar la palabra ruah para designar el aire, el aliento, a designar también el alma, la vida, es natural. La respiración distingue a un hombre vivo de un cadáver. Si hay aliento, hay vida. 

Lo original en el Antiguo Testamento es la insistencia en que el «soplo», el «espíritu» del hombre, y el «Soplo», el «Espíritu» de Dios, no son dos realidades distintas, sino un único elemento vivificador que Dios concede al hombre. Sin el Espíritu, los seres son solo carne, impotencia, con el Espíritu se nos da la posibilidad de vivir la misma vida de Dios, de actuar como Él: «Infundiré mi Espíritu en vosotros para que os conduzcáis según mis preceptos y observéis mis normas» (Ez 36,27. Ver también Ez 11,19; Sal 51,12; Is 32,15; Zac 12,10; etc.).

Para los griegos, «espíritu» se opone a «materia», a «cuerpo». En la Biblia no es así; la ruah es la fuerza, el principio de acción. No se opone a «cuerpo», sino a «carne», que es la realidad terrestre del hombre, caracterizada por la debilidad y por su carácter perecedero: «El egipcio es un hombre y no un Dios y sus caballos son carne y no espíritu» (Is 31,3). La sanción del diluvio está preparada por la constatación de que los hombres quieren vivir solo de su propio principio terrestre: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, puesto que él es pura carne» (Gen 6,3).

Hace algún tiempo hablé del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento en esta entrada y del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento en esta entrada, en la que se puede consultar un enlace con un largo artículo mío sobre el Espíritu Santo.

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