lunes, 11 de enero de 2021

Significado litúrgico y teológico del Tiempo Ordinario


Ayer, fiesta del bautismo de Jesús en el río Jordán, concluyó el tiempo litúrgico de Navidad y hoy comienza el llamado Tiempo Ordinario. ¿Cuál es el significado de este tiempo litúrgico?

Con la encarnación del Hijo de Dios, la eternidad entró en el tiempo. Y con su glorificación, Cristo introdujo al hombre temporal en la eternidad de Dios. 

El Señor Jesús está realmente presente en nuestra historia todos los días «hasta que vuelva» (1Cor 11,26). Una vez que vino a nuestro encuentro, ya no se ha alejado de nosotros. La muerte de Cristo acabó con una forma de presencia, pero su resurrección y el don del Espíritu inauguraron otra, no menos real.

La Iglesia distribuye a lo largo del año el anuncio de la Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos, plenamente consciente de que sus celebraciones no son solo recuerdo de acontecimientos salvíficos ocurridos en el pasado. Ni tampoco son solo promesa de gloriosas realidades futuras. 

En la liturgia, se hacen presentes el pasado y el futuro. Las celebraciones de la Iglesia son "memoriales"; es decir, que al mismo tiempo: 
- "Recuerdan" acontecimientos pasados.
- "Prometen" realidades futuras.
- "Actualizan" sacramentalmente lo que celebran.

Llamamos tiempos «fuertes» al Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Cada uno presenta unas características propias muy claras: la esperanza en el regreso del Señor al final de los tiempos, para llevar su obra a plenitud; su encarnación, pasión, muerte y resurrección, culminada en el don del Espíritu. Esos tiempos litúrgicos llenan aproximadamente un tercio del año civil.

Las semanas restantes son llamadas en latín «Tempus per annum» y en español «Tiempo Ordinario». La Iglesia las presenta así: «Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 33 ó 34 semanas en el curso del año en las cuales no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Este período de tiempo recibe el nombre de Tiempo Ordinario. Comienza el lunes que sigue al domingo posterior al 6 de enero y se extiende hasta el martes antes de Cuaresma inclusive; de nuevo comienza el lunes después del domingo de Pentecostés y termina antes de las primeras Vísperas del domingo I de Adviento» (Normas universales del año litúrgico y del calendario, 43-44).

Por lo tanto, el Tiempo Ordinario no celebra acontecimientos relacionados con Cristo, sino a Cristo mismo, que se hace presente cuando los creyentes se reúnen en su nombre y cumple sus promesas: 
- «Cuando dos o más se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mt 18,20).
- «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

La contemplación de las distintas etapas de la vida de Cristo, tal como se realiza en los otros tiempos del año litúrgico, tiene un profundo sentido pedagógico. La celebración de sus «misterios» ayuda a conocerle mejor y a descubrir la insondable riqueza presente en cada uno de ellos. Pero no podemos olvidar la profunda relación entre todos, que son la realización histórica del eterno proyecto salvador de Dios, que alcanza su plenitud en la Pascua.

Al evocar algunos acontecimientos de la historia de Cristo, tampoco podemos caer en el error de pensar que es solo un personaje del pasado. Los hechos esenciales de su vida de Jesús están presentes, de distintos modos, en todas las generaciones.

El Tiempo Ordinario subraya que él está vivo y se hace presente para ofrecer su salvación a cada hombre, en todo tiempo y lugar, invitando a acogerle y a seguirle en la vida concreta.

La Iglesia hace presente el misterio de Cristo en la liturgia por medio de la lectura de la Sagrada Escritura y la celebración de los sacramentos, especialmente la eucaristía dominical.

Espero que la primera parte del Tiempo Ordinario (que empieza hoy y durará hasta el inicio de la Cuaresma) sea un tiempo de gracia para todos los lectores del blog.

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