jueves, 12 de agosto de 2021

Isidoro Bakanja. Lectura del Oficio divino


El 12 de agosto se celebra la fiesta del beato Isidoro Bakanja. Les propongo la lectura que recoge el breviario, tomada de la homilía del papa Juan Pablo II en la ceremonia de beatificación.

Isidoro Bakanja, joven laico del Zaire, tú has sido un hom­bre de fe heroica. Como bautizado, llamado a propagar la Bue­na Nueva, tú has sabido compartir tu fe y dar testimonio de Cristo con tanta convicción que, para tus compañeros, parecía que formabas parte de los intrépidos fieles laicos que son los catequistas. Sí, bienaventurado Isidoro, plenamente fiel a las promesas de tu bautismo, tú has sido un auténtico catequista y has trabajado generosamente en África por la Iglesia y su mi­sión evangelizadora.

En este día en que proclamamos tus méritos, quere­mos rendir homenaje a todos los catequistas, esos colaborado­res indispensables para la edificación de la Iglesia en el conti­nente africano. Los catequistas preceden, acompañan y com­pletan la obra de los sacerdotes entre su pueblo. En diversas épocas de la historia ellos han hecho posible que la fe sobrevi­viera a las persecuciones. Ellos saben ser verdaderos pastores, que conocen a sus ovejas y a quienes estas reconocen; y cuan­do es preciso, ellos defienden al rebaño a costa de su vida. Los catequistas son plenamente conscientes de que un gran núme­ro de sus hermanos y hermanas no pertenecen aún al aprisco y esperan de su solicitud fraterna el anuncio de la Buena Nueva. Con toda su actuación los catequistas rinden un verdadero testimonio de Cristo, el único Pastor.

Tu participación en el misterio pascual de Cristo, en la obra suprema de su amor, Isidoro, ha sido total. Porque tú quisiste permanecer fiel a toda costa a la fe de tu bautismo, y sufriste la flagelación, como tu Maestro. Tú perdonaste a tus perseguidores, como hizo tu Maestro desde la cruz, y te mostraste constructor de paz y de reconciliación.

En un África dolorosamente probada por las luchas entre etnias, tu ejemplo luminoso es un estímulo a la concordia y al acer­camiento entre los hijos del mismo Padre celestial. Tú practica­ste la caridad fraterna para con todos, sin distinción de raza o de condición social; tú te granjeaste la estima y el respeto de tus compañeros, muchos de los cuales no eran cristianos. Tú nos en­señas así el camino del diálogo necesario entre los hombres.

Tú nos invitas a acoger, a ejemplo tuyo, el don que sobre la cruz nos hizo Jesús de su propia Madre. Revestido con el “há­bito de María”, avanzaste, como ella y con ella, en tu pere­grinación de fe; como Jesús, el Buen Pastor, llegaste hasta dar tu vida por las ovejas. Ayúdanos a nosotros, que tenemos que recorrer el mismo camino, a levantar los ojos hacia María y a tomarla por guía.

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