El Monte de los Olivos es una montaña de Jerusalén, llena de iglesias y monasterios. Destacan las del «Pater Noster», «Dominus Flevit», «Getsemaní», la iglesia rusa de santa María Magdalena y la griega de la Tumba de la Virgen, aunque hay otras. Vamos a presentar algunas de ellas.
La primera es la de Betfagé, en la parte de atrás del monte, donde Jesús pidió un borriquillo prestado. Allí inicia todavía hoy la procesión del Domingo de Ramos.
Cada año, en la procesión, presidida por el patriarca latino de Jerusalén, participan miles de peregrinos provenientes de todas las partes del mundo, que entonan cantos en sus propios idiomas por el camino.
En la cima del Monte de los Olivos se construyó desde muy temprano un templo para conmemorar la ascensión del Señor a los cielos. Hoy solo queda una pequeña capilla en el centro de un patio cerrado, convertida en mezquita.
Muy cerca está la Iglesia del «Pater Noster» pertenece al monasterio de las carmelitas descalzas, que fue fundado por una sobrina de Napoleón. El complejo (monasterio, claustro, templo...) está construido sobre el jardín y la gruta donde Jesús se retiraba a orar y donde, según la tradición, enseñó el Padre nuestro a sus discípulos, así como los discursos escatológicos (sobre el fin de los tiempos). La gruta estaba junto al camino que unía Betania y Betfagé con Jerusalén, dentro de un huerto de olivos con algunas edificaciones, por donde Jesús pasaba cada vez que iba desde la casa de Lázaro, Marta y María a la ciudad santa. Los muros del templo y del claustro están decorados con el texto del Padre nuestro en más de 200 idiomas. El año 326, santa Elena construyó una gran basílica (la «Eleona», que significa «del olivar» en griego), varias veces destruida y reedificada. Aquí se recordaban las enseñanzas de Jesús, su llanto sobre Jerusalén, su oración en la noche del Jueves Santo y su ascensión al cielo. Al principio era el único templo en este monte. Más tarde surgieron otros templos en el monte de los olivos para conmemorar cada uno de estos acontecimientos.
Caminando un poco, se pueden ver los enormes cementerios judíos y la explanada del templo y la ciudad al otro lado del valle Cedrón.
Bajando la ladera, se encuentra la capilla franciscana del «Dominus Flevit» (que significa "y Jesús lloró"), recordando el llanto del Señor a la vista de Jerusalén. Efectivamente, tiene forma de lágrima. Fue construida en 1955 por Antonio Barluzzi sobre los restos de un templo bizantino, cuyos mosaicos se pueden ver en el pavimento.
Desde el interior se puede contemplar una espléndida vista de la ciudad santa.
En el altar hay representada una gallina clueca que recoge a los pollitos bajo sus alas, recordando las palabras de Jesús: «¡Jerusalén, Jerusalén!, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, y no habéis querido» (Mt 23,37).
El monasterio femenino de santa María Magdalena, con sus siete cúpulas doradas, pertenece a la Iglesia ortodoxa rusa. Fue construida por el zar Alejandro III el año 1888. Los horarios de visita son muy restringidos, pero merece la pena visitarla si se encuentra abierta. Está rodeada de preciosos jardines.
Poco más abajo, junto a la carretera, se encuentra la iglesia de la agonía, también llamada de Getsemaní o “de las naciones”, porque fueron muchas las que ayudaron a construirla, y sus escudos y banderas están representados en los mosaicos de las bóvedas. Se encuentra dentro de un jardín con olivos del tiempo de Jesús.
Poco más abajo, junto a la carretera, se encuentra la iglesia de la agonía, también llamada de Getsemaní o “de las naciones”, porque fueron muchas las que ayudaron a construirla, y sus escudos y banderas están representados en los mosaicos de las bóvedas. Se encuentra dentro de un jardín con olivos del tiempo de Jesús.
Las bóvedas rebajadas del templo, los tonos azul marino, violeta y morado de los mosaicos y ventanales, la verja en forma de corona de espinas en torno a la piedra que se encuentra delante del altar… Todo invita al silencio y al recogimiento.
En el patio hay varios olivos antiquísimos, algunos de ellos de la época de Jesús.
La gruta del prendimiento se encuentra muy cerca de esta basílica, al otro lado de la calle. Como la iglesia de la agonía, es cuidada y servida por los franciscanos.
Junto a la gruta del prendimiento y a la basílica de Getsemaní, bajando muchas escaleras, se conserva la tumba de la Virgen María, en lo que fue la cripta de un gran templo de los cruzados en su honor. A los lados de las escaleras, bajo arcosolios, están las tumbas de los reyes cruzados.
Hoy está regida por los ortodoxos griegos, por eso las paredes están llenas de iconos y los techos están llenos de lámparas (y de humo).
En la peregrinación del año próximo podremos visitar todos estos santuarios y rezar en ellos.
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