Jerusalén

Jerusalén es una ciudad fascinante por su amalgama de monumentos, torres y minaretes, iglesias, mezquitas y sinagogas, escuelas y cementerios, vericuetos, gentes, olores y colores. 

En sus calles, jóvenes militares pasean con las metralletas al hombro; los almuédanos llaman a los musulmanes para sus rezos; decenas de judíos ortodoxos, con sus tirabuzones, sombreros negros y largos abrigos, se mueven de un sitio para otro; los hábitos marrones de los frailes franciscanos y las túnicas negras de los monjes ortodoxos se confunden entre centenares de peregrinos y turistas de todas las nacionalidades. Se mezclan miradas de asombro con otras indiferentes y algunas desafiantes.

En el bazar musulmán de la ciudad antigua, los vendedores gritan sus mercancías, mientras las cadenas de radio suenan a todo volumen, los peregrinos entonan cantos en distintos idiomas mientras rezan el Vía Crucis, los chiquillos juegan en las calles, gritando con todas sus fuerzas. 

El ruido y el desorden no parecen aturdir a las mujeres locales, que pasan silenciosas, con las cabezas cubiertas por sus grandes pañuelos, o miran recatadas desde las puertas y ventanas. 

Algunos vehículos sobrecargados atraviesan unas calles que parece imposible que puedas recorrerlas tú de perfil… 

En toda la parte musulmana, los edificios parecen a punto de desmoronarse. De los numerosos cables clavados en las fachadas, cuelgan ropas y zapatillas viejas. Los grafitis cubren los muros, el olor a humedad y orines sale de los portales, la suciedad se acumula por todos los sitios. Huesos y despojos de animales se amontonan a las puertas de las carnicerías, entre papeles, cartones y bolsas de plástico. 

A pesar de todo, el visitante se sobrepone y se adentra fascinado por ese mundo extraño, distinto a lo que antes había podido imaginarse sobre la Ciudad Santa.

A medida que avanzas, te rodea el aroma de panecillos y pastas recién hechos en hornos situados en cada rincón. De los puestos callejeros se desprenden los olores más exóticos, mezclados entre sí: té, clavo, cinamomo, tomillo, almizcle, canela, pimentón, ámbar, incienso… 

Los objetos más variopintos se amontonan en los puestos. Docenas, cientos de palestinos intentan venderte restos arqueológicos, con sus correspondientes certificados (todos más falsos que el beso de Judas): ungüenteros fenicios, ánforas egipcias, monedas romanas, antiguos iconos rusos… Sin que falten las camisetas, rosarios, estampas, cruces, kipás, turbantes...

Alta ciudad de piedras vivas, / Jerusalén;

visión de paz y cielos nuevos, / ciudad del Rey. 
Tus puertas se abren jubilosas, / visión de paz, 
y penetran los ríos de tus santos / hasta el altar. 
Baluartes y murallas de oro, / Jerusalén; 
tus calles, gemas y zafiros, / ciudad del Rey. 
Jerusalén, Iglesia viva / de eternidad; 
hacia ti caminan los hombres, / sin descansar. 
Alta ciudad del Cristo vivo, / que es nuestro hogar, 
al que volveremos, ya cansados / de caminar. 
Cielos nuevos y tierra nueva, / Jerusalén; 

morada de Dios Trino y Uno. / Amén, amén.

Murallas de la ciudad, junto a la ciudadela de David.

Vista panorámica del Monte de los Olivos, con la iglesia de la agonía de Getsemaní en primer término.

Iglesia del Pater Noster, en la cima del Monte de los Olivos, donde antiguamente estuvo la basílica Eleona, levantada por santa Elena.

Interior del Cenáculo, en el Monte Sión.

Muro de los lamentos, a los pies de la explanada de las mezquitas (antigua explanada del templo)

El zoco (mercado musulmán), a través del cual transcurre la Vía Dolorosa.

Capilla de santa Elena de los armenios, en el interior de la basílica del Santo Sepulcro.

Capilla del Calvario, donde Cristo murió en la cruz.

Edícula y cúpula construidas sobre el sepulcro vacía en el que Cristo fue sepultado.

Visitaremos la ciudad en la peregrinación a Tierra Santa (Israel y Jordania) del 7 al 19 de junio de 2022. Aún hay plazas libres. Como en otras ocasiones, yo me encargo de la animación cultural y espiritual. Para las demás cosas, quienes tengan interés pueden ponerse en contacto con Abel Roig

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