sábado, 30 de abril de 2022

El ministerio petrino


Ayer comentamos la primera parte del evangelio que se lee el tercer domingo de Pascua (ciclo "c"): la pesca milagrosa (Jn 21,1-14). Hoy nos detendremos en la segunda parte, que puede omitirse por razón de brevedad, en la que Cristo encarga a Pedro el cuidado de sus ovejas (Jn 21, 15-19).

Jesús pregunta por tres veces a Pedro sobre su amor y por tres veces le encarga el pastoreo de su rebaño. La misión pastoral que el Señor confía a Pedro no se basa en cualidades humanas (ni aun en la misma capacidad de gobierno), sino en la relación de confianza e intimidad con el Señor.

En Jn 10 se recoge la enseñanza de Jesús sobre el Buen Pastor: camina delante de las ovejas, que reconocen su voz; conoce a cada una por su nombre y las cuida y alimenta; las protege y da su vida por ellas. El Buen Pastor es Jesús, que ahora pide a Pedro que continúe su obra, que haga lo mismo que él ha hecho.

Jesús había dicho: «Tengo otras ovejas que no están en este redil; también a estas tengo que atraerlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor» (10,16). Pedro tendrá que llegar a ellas para que escuchen la palabra de Jesús, para que lleguen a formar parte de su pueblo (en otro lugar le había encargado lo mismo diciendo: «Te haré pescador de hombres»).

Amar a Jesús conlleva hacer lo que hizo él y culmina cuando el que recibe su llamada está dispuesto a dar la vida por el rebaño, como hizo él. Por eso el texto termina con un anuncio del martirio de Pedro (vv. 18-19).

La comunidad está llamada a descubrir la presencia de Jesús en aquellos signos que él mismo ha querido regalarnos: el pan y la palabra, el don del Espíritu en el agua bautismal, y la presencia de Pedro ejercitando el ministerio que Jesús le ha encargado.

Jesús encarga a Pedro un ministerio, un servicio que consiste en apacentar el rebaño desde el amor. Esta tarea conlleva prueba, hasta la necesidad de dar la vida por las ovejas, si fuera necesario. La comunidad debe estar entonces especialmente unida a Pedro, como hicieron los primeros cristianos. Recordemos que, mientras Pedro era juzgado en el tribunal, «la Iglesia oraba incesantemente por él» (Hch 12,5).

Los católicos tenemos la suerte de que un sucesor de Pedro preside la Iglesia en la caridad. No importa que se llame Juan Pablo II, Benedicto XVI o Francisco I, siempre estaremos unidos al sucesor de Pedro.

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