miércoles, 22 de marzo de 2023

La señal de la cruz


Al inicio de la misa, al empezar
un momento de oración o cualquier otra actividad, los cristianos hacemos el signo de la cruz. Hay dos maneras de hacerlo: “santiguarse” y “persignarse”.

A la más sencilla la llamamos “santiguarse”. Consiste en llevarnos la mano a la frente, de allí al pecho y después al hombro izquierdo y al hombro derecho, mientras decimos: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. De esta manera confesamos que creemos en Dios Trinidad, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, tal como nos ha revelado Jesucristo. Al hacer la señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, estamos diciendo que pertenecemos a Jesús, que somos cristianos.

En algunos casos, con el dedo pulgar de la mano derecha hacemos tres cruces: sobre la frente, sobre la boca y sobre el pecho, pidiendo al Señor que purifique nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras obras. Mientras trazamos las tres cruces, decimos: “Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor y Dios nuestro”. A esta segunda forma de marcarnos con la cruz la llamamos “persignarse”.

Cuando besamos la cruz, o nos arrodillamos ante ella, o depositamos sobre ella nuestra frente, estamos pensando en el amor que Jesús nos ha tenido, hasta morir en la cruz. 

Al mismo tiempo, damos gracias a Jesús que nos permite depositar nuestros sufrimientos, nuestras preocupaciones y nuestros pecados en su cruz, porque a él le importamos nosotros y le importan nuestras cosas. 

En la liturgia del Viernes Santo, el sacerdote canta: “Miren el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Y todos respondemos: “Vamos a adorarlo”. 

La cruz que Jesús bañó con su sangre, en la que él entregó libremente su vida por nosotros, recuerda su amor por los siglos de los siglos. Amén.

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