miércoles, 27 de enero de 2021

San Enrique de Ossó (27 de enero)


San Enrique de Ossó y Cervelló nació en Vinebre (Tarragona), en 1840.

La lectura del "Libro de la Vida" de santa Teresa de Jesús despertó en él la vocación sacerdotal. Fue un infatigable anunciador del evangelio, especialmente por medio de la catequesis. También fue profesor de matemáticas y física en el seminario diocesano de Tortosa.

Organizó varias asociaciones de fieles para fomentar la oración y el apostolado entre los niños, jóvenes y adultos: 
- Asociación de la Purísima Concepción, para jóvenes campesinos (1870).
- Asociación de las Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús, para muchachas jóvenes (1873).
- Hermandad Josefina, para hombres (1876).
- Rebañito del Niño Jesús, para niños (1876).

Fundó periódicos y escribió numerosos libros, devocionarios, catecismos y artículos para propagar la doctrina católica, defender la Iglesia y enseñar a orar, entre los que podemos señalar:
- El Amigo del Pueblo, semanario para criticar los artículos anticlericales (1871). 
- Santa Teresa de Jesús, revista mensual (1872).
- Guía práctica del catequista (1872).
- El espíritu de santa Teresa (1872).
- Novena a san José (1872). 
- El cuarto de hora de oración (1874), que alcanza en vida de su autor hasta quince ediciones y, en la actualidad, supera las cincuenta. 
- El tesoro de la juventud (1890). 
- El devoto josefino (1890). 
- Tres florecillas a la Virgen de Montserrat (1890).

Fundó la "Compañía de Santa Teresa", instituto religioso femenino, que tiene como finalidad la formación de la mujer en la escuela del evangelio y de santa Teresa de Ávila.

Durante 17 años, pasó un duro calvario de sufrimientos, con pleitos en los tribunales eclesiásticos de Tortosa, Tarragona, de la Rota y de Roma, con sucesivas apelaciones, con motivo de la construcción de un convento y colegio para sus religiosas en Tortosa.

Entregó su alma a Dios en la localidad valenciana de Gilet el 27 de enero de 1896. Fue canonizado en 1993.

Leamos una página escrita por él, en la que expone sus planes educativos: "El principio de la verdadera educación es el siguiente: La educación debe ser o es esencialmente religiosa, de modo que sin religión no es posible la verdadera educación. Emprender la educación de la juventud sin la base de la religión, es pretender fundar un soberbio monumento sobre el vacío, la nada. La educación y la religión no tienen otro fin que perfeccionar al ser humano, a la persona. Así como la verdadera Religión se dirige al espíritu, al corazón y a los sentidos, la verdadera educación es la que cultiva a la vez la dimensión moral, intelectual y física... A la necesidad de ser religiosa la educación, debe añadirse la de ser previsora, esto es, la educación debe darse atendiendo o mirando al porvenir probable de cada una de las niñas... La educación, para ser buena, debe ser progresiva, proporcionada a la edad de las educandas... Todo progreso es imposible cuando no se ayudan las fuerzas unidas... Haya, pues, unidad en el plan de educación. Concurran todos a desarrollar este plan; el maestro repita lo que dicen los padres, los padres confirmen las enseñanzas del maestro". 

Oraciones de la misa.

Oración colecta. Oh Dios, que en san Enrique de Ossó, presbítero, has unido maravillosamente una oración continua con una actividad apostólica incansable; concédenos, por su intercesión, que, perseverando en el amor de Cristo, sirvamos a tu Iglesia con la palabra y las obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas. Padre celestial, al celebrar estos divinos misterios te rogamos que el Espíritu Santo derrame sobre nosotros aquella misma luz con la que iluminó a tu siervo Enrique y lo impulsó a la propagación de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración después de la comunión. Padre santo, alimentados con estos sagrados misterios, te pedimos que nos ayudes a seguir los ejemplos de san Enrique, que te rindió culto con devoción constante y se entregó a tu pueblo en un continuo servicio de amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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