martes, 27 de diciembre de 2022

San Juan Evangelista


Desde época muy antigua
comenzó a celebrarse la memoria de los apóstoles en los días siguientes a la Navidad, para indicar que Cristo ha elegido colaboradores, a los que ha querido asociar a su obra desde el primer momento. 

En Siria se celebraba a san Pedro y san Pablo el 27 de diciembre y a Santiago y san Juan el 28. En África se celebraban juntos los Inocentes, san Esteban, san Juan Bautista y Santiago el Mayor, todos ellos asesinados en tiempos de Herodes.

Después de algunas variaciones, en el siglo VI se fijó el 27 de diciembre la fiesta de san Juan Evangelista, el teólogo que profundizó en el significado último de la encarnación en el prólogo de su Evangelio. 
Este texto se lee en la misa de Navidad y en otros días cercanos (el 31 de diciembre, el segundo domingo de Navidad). 

La primera lectura de hoy habla del realismo de la encarnación, del que el apóstol es testigo directo: «Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos» (1Jn 1,1ss). 

El discípulo amado invita a creer en la Palabra hecha carne, para convertirnos nosotros también en discípulos amados.

Tú, que revelaste a Juan
tus misterios más secretos
y los altos vericuetos
que mis ojos no verán,
haz que yo logre entender
cuanto Juan nos ha contado.
Déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.


Tú, que en el monte Calvario,
entre sus manos dejaste
el más santo relicario:
la carne donde habitaste;
tú que le dejaste ser
el hijo bien-adoptado,
déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.


Y tú, Juan, que a tanto amor
con amor correspondiste
y la vida entera diste
por tu Dios y tu Señor,
enséñame a caminar
por donde tú has caminado.
Enséñame a colocar
la cabeza en su costado. Amén.


Dios y Señor nuestro, que nos has revelado por medio del apóstol san Juan el misterio de tu Palabra hecha carne, concédenos, te rogamos, llegar a comprender y amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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