domingo, 19 de diciembre de 2021

María, nueva arca de la nueva alianza


En la escena de la visitación de María a su prima Isabel, san Lucas presenta a María como la nueva arca de la nueva alianza.

En efecto, igual que se trasladó el arca desde Quiriat Yearín, en Galilea, hasta Jerusalén, hacia el año 1000 a. C. (cf. 2Sam 6); al llegar la plenitud de los tiempos, María realiza el mismo viaje desde Nazaret a las montañas de Judá (Eim Karim está tan cerca de Jerusalén que hoy es un barrio suyo).

Ambos traslados son acompañados de reacciones paralelas: David dijo: «¿Cómo es posible que el Arca de mi Señor venga a mi casa?» (2Sam 6,9) e Isabel dijo: «¿Cómo es posible que la Madre de mi Señor venga a mi casa?» (Lc 1,43).

David, lleno de alegría, saltaba delante del arca (2Sam 6,14) y Juan saltó lleno de alegría en el vientre de su madre, delante de María (Lc 1,44).

Ante el saludo de María, Isabel siente como el niño «lleno del Espíritu desde el seno de su madre» (Lc 1,15) salta de gozo en su vientre (Lc 1,41).

Ella misma se llena del Espíritu y ejerce una acción profética, aclamando a María y bendiciéndola por su fe (Lc 1,42-45). El texto dice que lo hace «alzando la voz». Lo mismo se dice de los sacerdotes y cantores que oficiaban ante el arca (1Cro 15,28; 16,4; 2Cro 5,13).

A continuación, María también profetiza llena del Espíritu, entonando el magníficat (Lc 1,46-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1ss). Lo mismo hace Zacarías que «lleno del Espíritu, profetizó diciendo: Bendito sea el Señor...» (Lc 1,67-79).

Los dones del mesías serán la alegría y el Espíritu, la alegría por haber recibido el Espíritu. Aún no ha nacido el mesías, pero –ante la presencia de María, la llena del Espíritu, la preñada del mesías, la nueva arca de la nueva alianza– estos dones se reparten como un anticipo, una pregustación de lo que ha de suceder más adelante.

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