Mi amiga Pilar tiene un blog en el que escribe de vez en cuando (demasiado pocas veces) algunas cositas para que sus nietos puedan leerlas cuando sean más mayores. Lo pueden ver en esta dirección. De allí tomo su última entrada, en la que habla de un acontecimiento sencillo, ordinario, en el que ella sabe descubrir lo extraordinario. Ella la titula "El beso de la cajera". Yo debo decir que la extraordinaria es ella y que quien la vea derrochando amor, aunque no la conozca, por fuerza tiene que lanzarse a darle besos. Pero lo que me interesa es su reflexión, que nos puede ayudar a todos a descubrir el amor de Dios en los acontecimientos sencillos y que nos recuerda que nosotros también estamos llamados a ser testigos creíbles de ese amor en el mundo.
La otra mañana fui a comprar a un supermercado con Juan, Ana y Marta. A los dos primeros les apetecía venirse y a Marta le encantan los paseos. Por cierto, los tres se han portado fenomenal y me han servido de ayuda. Cuando nos veníamos después de hacer la compra, al pasar por caja, la chica que me ha atendido, que la conozco solamente del trato absolutamente normal entre cliente y empleada, me sonríe y me dice: "te voy a dar un beso, si no lo hago me habría quedado con la gana". Por supuesto que nos lo hemos dado, y a continuación le he expresado lo que mi corazón en ese momento me ha dictado: "que verdaderamente me siento una privilegiada, y que gracias por su expresión de cariño".
Meditando un poco con esta pequeña anécdota, tengo que decir que lo que le he dicho es la pura verdad. Os aseguro que no sé nada de esta chica, y recibir sin ningún motivo una muestra de cariño tan espontánea te sorprende y sientes agradecimiento sincero. En cualquier edad es muy importante el recibir muestras de afecto, pero supongo que esa importancia se agudiza cuando se llega a la de vuestros abuelos. Por eso me repito y lo seguiré haciendo mientras viva: los abuelos somos más que privilegiados por sentirnos tan queridos, principalmente por todos vosotros y por vuestros padres, pero también por otras personas que sencillamente -por tratarlas con normalidad- te lo demuestran con sus gestos.
Como hago a menudo he querido compartir esta pequeña vivencia, porque estoy segura que solo por mostrarnos con naturalidad con las personas que a diario compartimos pequeños momentos, sin hacer ninguna proeza, conseguimos que mutuamente nos sintamos bien. Este mundo es demasiado agresivo y nosotros, mejor dicho vosotros, con vuestros comportamientos adecuados, estoy segura que podéis poner vuestro granito de arena para que ese mundo mejore un poco. Os queremos tanto que por mucho empeño que pongamos nunca podremos expresaros ni remotamente todo el caudal de amor que brota continuamente de nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario