viernes, 1 de octubre de 2021

Viajes de las reliquias de santa Teresita


Los restos mortales de santa Teresa de Lisieux se encuentran recorriendo el mundo desde 1994 en una extraña peregrinación, lo que supone un acontecimiento mundial sin precedentes. Normalmente son los fieles los que peregrinan a los lugares santos, como Jerusalén, Roma o Santiago de Compostela. En este caso es al revés, son las reliquias de santa Teresita las que visitan a los fieles.


Todo comenzó cuando el rector de la basílica de Lisieux decidió organizar unos encuentros de oración en París, Lyon y Marsella, como preparación al centenario de la muerte de la santa en 1997. Para dichos encuentros, se trasladó desde el Carmelo de Lisieux la urna-relicario que conserva sus restos. 


La participación de fieles fue tan desbordante que pilló desprevenidos a los organizadores. Además, desde numerosos monasterios y santuarios solicitaron poder albergar en sus muros tan preciosas reliquias y organizar encuentros de oración en torno a ellas. También llegaron peticiones desde otros países. 


En cada lugar se repitieron las mismas escenas: auténticas muchedumbres se agolpaban en las puertas de los templos y en los caminos por donde había de pasar la furgoneta con el relicario, para poder verla, aunque fuera de lejos. 


También se multiplicaron las conversiones y se renovó la práctica sacramental en muchos fieles. Los testimonios de agradecimiento por los favores recibidos son incontables.


Las reliquias ya han visitado más de 70 países: Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Italia, Suiza, Austria, Eslovenia, Brasil, Holanda, Rusia, Siberia, Kazakhistán, Argentina, Estados Unidos, Honolulu, Filipinas, Taiwán, Hong Kong, México, Irlanda, Bosnia-Herzegovina, Canadá, Australia, Polinesia, las islas de Nueva Caledonia, Walis y Fortuna, Vanatu, Tahití y las Islas Marquesas, El Líbano, Iraq, La Reunión, Madagascar, Isla Mauricio, Malta, España, Malí, Colombia, Portugal, Burkina Fasso, Egipto, Polonia, Camerún, Costa de Marfil, Ecuador, Israel y Palestina...


Tuve el gozo de participar en su visita de finales de 1999 a Estados Unidos. Los más optimistas esperábamos algunos miles de visitantes. Muchos presagiaban un tremendo fracaso. Nadie podía imaginarse la movilización de varios millones de personas en los tres meses que permaneció en el país. 


Recuerdo la impresionante escena de la 5ª Avenida de Nueva York cerrada al tráfico. Más de 100.000 personas llenaron los alrededores de la catedral católica de san Patricio, haciendo colas durante horas para poder entrar en el templo algunos minutos, a pesar de que fuera la temperatura era inferior a los 0º centígrados. 


En Oklahoma City abríamos cada hora su santuario hasta que se llenaba. Entonces se realizaba una celebración litúrgica a puertas cerradas. Posteriormente los fieles abandonaban el templo por las puertas laterales y se volvía a llenar con otros nuevos. Muchos de los participantes habían recorrido ¡más de 1000 kilómetros! Y al llegar tenían que hacer colas bajo la nieve de ¡hasta 5 horas! Las visitas y las celebraciones tampoco cesaron durante las horas nocturnas. 


En cada nuevo destino se agolpaban los periodistas y las cámaras de televisión para retransmitir el fenómeno. Variando las circunstancias externas, esta situación se ha repetido en latitudes tan distintas como Filipinas (donde fueron visitadas por más de 10,000.000 de personas), el Líbano o la Isla de la Reunión.


La visita a España se realizó desde el 4 de septiembre al 22 de diciembre de 2003 y yo tuve el gozo de encargarme de la organización práctica: transporte, seguros, calendario, acompañantes... 


Con el padre Emilio Martínez y el entonces vicesecretario de asuntos generales de la conferencia episcopal española, me desplacé a Lisieux para concretar las cosas. Después, durante cuatro meses, santa Teresita se hizo presente en unas 200 localidades esparcidas por toda la geografía nacional, recorriendo más de 20.000 kilómetros. 


La recepción fue multitudinaria en cada uno de los destinos, tanto en las catedrales, como en los monasterios, parroquias, seminarios, conventos e instituciones variadas que visitaron: centros de estudio, colegios, residencias de ancianos, aeropuerto de Madrid, cárcel de León, hospital provincial de Zaragoza, universidad católica de Murcia, etc. 


Los responsables de la organización repartimos más de 1,500.000 estampas con fotografías de la santa y oraciones. En numerosos lugares los responsables locales repartieron también cajas de estampas, folletos y publicaciones variadas. Se calcula que más de 2,000.000 de personas participaron en los distintos actos en su honor.


En la mayoría de las catedrales visitadas se repitieron las mismas observaciones: «nunca se habían visto tantas personas juntas en el templo». En muchos casos se organizaron colas de varias horas para acceder a venerar las reliquias. Los numerosos autocares con peregrinos que se desplazaban desde los pueblos a las ciudades causaron algunos atascos de tráfico. A pesar de todo, no hubo ningún suceso lamentable en todo el trayecto, a excepción de algunas lipotimias, muy comunes en las grandes aglomeraciones.


Los transportes por la península Ibérica se realizaron en una furgoneta adaptada para acoger el relicario. A Mallorca viajaron en Ferry. Durante todo el camino se turnaron dos conductores para llevar la furgoneta. Igualmente, fue acompañada en todo momento por al menos un carmelita descalzo y varios voluntarios, que ayudaron en todo lo necesario para el buen funcionamiento del viaje: organización de las procesiones, traslados, reparto de materiales, arreglo de pequeños desperfectos en la urna, etc. 


Después del fenómeno de santa Teresita, se han realizado peregrinaciones similares con los restos de sus padres, san Juan Bosco, santa Bernardita Soubirous, etc. con buena acogida, aunque en ningún caso han encontrado el mismo eco.

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