miércoles, 2 de septiembre de 2020

Poesía mística: María Ángeles Gómez Pascual (1)


La entrada con esculturas de animalitos romanos la escribí en 2012 y he querido recuperarla para los lectores nuevos. Esta con un poema es del mismo año y la vuelvo a proponer con la misma intención. Escultura y poesía son distintas manifestaciones de la espiritualidad humana, que busca reflejar la belleza en sus obras. Que Cristo, "el más bello de los hijos de los hombres", nos ayude a ser sembradores de armonía en nuestras vidas.

Prepárense a disfrutar.
Si la poesía que hoy les propongo les suscita los mismos sentimientos que me ha suscitado a mí, se convertirá en una intensa oración. 

La autora es María Ángeles Gómez Pascual, que falleció en 2011 dejando unas preciosas colecciones de poesías recogidas en varios libros: El eco del silencio, La oscura luz, La piedra y el aire, Paula y el Tucán, El manantial de la alegría

Al leerlas se descubre su profunda experiencia de Dios y su gran familiaridad con los textos de santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, santa Teresita del Niño Jesús y los demás santos del Carmelo. Fue profesora de latín y pasó ciega los últimos años de su vida. 

El poema que hoy les propongo dice que hay Alguien que le crece dentro de sus entrañas. Desde su experiencia personal  (fue madre de ocho hijos, abuela y bisabuela),  compara esa vivencia con un embarazo. Se siente "embarazada" de Dios, llena de Él. Por decirlo con palabras de la beata Isabel de la Trinidad, se siente una "humanidad complementaria en la que el Verbo prolonga su encarnación". Experimenta cómo Dios asume su carne, su vida, su historia, y vive en ella .

Pero, al mismo tiempo, siente que es ella la que vive en el seno de Dios, la que está siendo generada por Él para la vida verdadera. Y se prepara para su nacimiento final (que coincidirá con su muerte terrena). El poema rezuma una sensibilidad tan exquisita que es capaz de despertar en nosotros los mejores sentimientos. Leyéndolo, cada uno de nosotros quiere que Dios viva en él o en ella y quiere vivir escondido en las entrañas de Dios.

El ser que habita en mí me va creciendo

y me transforma en ascua de su llama.

Son dos vidas en una. Como cuando
un hijo me crecía en las entrañas.
Vive en mi seno. Late en mi latido. 

Mira con mi mirada.

Soy un templo sagrado
una reliquia santa.
Crece mi Dios en mí. Yo, poco a poco
voy volviendo a mi nada. 


¡Oh dichosa fusión, oh dulce vida
en que mi levedad se me adelgaza
y este Dios trinitario que me habita
va modelando en mí su semejanza!

Pero el Ser me contiene. En Él resido
de su propia sustancia sustentada.
Como el niño en el seno de su madre,
en el seno de Dios vivo instalada.

Sumergida en su Vida.
Envuelta en su mirada.
En Él respiro. Me alimento
de su propia sustancia.

En el amnios divino estoy sumida.
Voy madurando en Él. Y cuando nazca
seré imagen del Hijo
porque seré su voz y su palabra.

¡Oh Dios, que me contienes y me habitas
en doble gestación de amor y gracia!

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