martes, 4 de septiembre de 2012

El deporte y los valores humanos


En junio no se hablaba de otra cosa que del mundial de fútbol y en agosto el interés se centró en las olimpiadas. Estamos comenzando septiembre y ya nos bombardean con la reciente supercopa, las primeras jornadas de la liga, la copa del rey, la liga de campeones de la UEFA... Dada la importancia del deporte en las sociedades contemporáneas, hagamos una reflexión en positivo sobre los deportes y la transmisión de valores.


Comencemos recordando algo que no siempre se tiene en cuenta: los hombres primitivos NO practicaban deportes. Tenían que cazar, correr, cargar con maderas, buscar frutos por el bosque… y no tenían tiempo para pensar en otras cosas. Solo cuando los seres humanos se establecen en ciudades, las sociedades se organizan y los ciudadanos tienen tiempo para trabajar y para descansar, surgen las competiciones deportivas, como entretenimiento personal y colectivo y para animar a los ciudadanos a superarse física e intelectualmente y a estar preparados ante nuevos retos.

Los antiguos griegos se preparaban físicamente desde la infancia en la “palestra” y en el “gimnasio” para poder servir en el ejército al llegar a la juventud. Para demostrar sus habilidades surgieron en el año 776 a.C. los famosos juegos olímpicos (se celebraban en una ciudad llamada Olimpia), con competiciones de carreras, saltos, lanzamiento de disco y de jabalina, lucha, boxeo… y, aunque hoy nos resulte extraño, también de canto, toque de trompeta y de otros instrumentos. Los premios no eran materiales, sino una corona de olivo y de laurel y el reconocimiento público. Los modernos juegos olímpicos se comenzaron en 1896 y se celebran cada 4 años.

Hoy todos somos conscientes de los beneficios para la salud de una actividad física moderada, pero continuada (caminar, nadar, hacer ejercicios, etc.). El deporte es la práctica de actividades físicas en las que se siguen unas reglas para poder competir con otras personas, muchas veces formando equipos. Hoy, algunos deportes son seguidos por verdaderas multitudes, y se han convertido en grandes negocios, que mueven millones de euros. Por desgracia, a menudo, los intereses económicos son más importantes que los buenos valores que pueden surgir de las competiciones deportivas, y vemos que hay quienes hacen trampas, se “dopan”, o usan de la violencia para defender a sus equipos preferidos. Algunos deportistas se han convertido en modelo de vida para muchas personas, no por sus habilidades ni por su honestidad (a veces, sus vidas están llenas de malas acciones), sino por la riqueza que acumulan. De todas formas, la mayoría de las personas que practican deportes en equipos de amigos y también la mayoría de los profesionales del deporte, respetan las reglas y respetan a los compañeros y contrincantes. 

El deporte ha sido considerado tradicionalmente un medio apropiado para conseguir valores de desarrollo personal y social: integración en el grupo, tolerancia, aceptación de reglas, perseverancia, disciplina, responsabilidad, cooperación, concentración, honestidad, lealtad, etc. Son cualidades deseables por todos, que se pueden conseguir a través del deporte y de la orientación que los educadores le den, de forma que estos valores se desarrollen en la persona y le ayuden a un completo desarrollo físico, intelectual y social y a una mejor integración en la sociedad en que vivimos. 

San Pablo nos invita a acoger todo lo que la sociedad humana tiene de positivo, para crecer en el amor: “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4,8). Por eso la Iglesia fomenta la práctica de los deportes, en cuanto que ayuda a mantenerse en forma y favorece el trabajo en equipo y otros valores.

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