miércoles, 16 de febrero de 2022

Ángeles arcabuceros


La Iglesia conserva una riquísima iconografía relacionada con los ángeles, pero ninguna tan curiosa y fascinante como los arcabuceros de escuela cuzqueña (o cusqueña, que es lo mismo), la más fecunda y original de las corrientes artísticas de la América colonial.

Hacia 1600 comenzaron a realizarse en esa ciudad peruana cuadros religiosos de gran valor artístico, entre los que destacan las representaciones angélicas, en las que los protagonistas van vestidos con mucha fantasía, mezclando en sus atuendos los trajes de los capitanes de los ejércitos conquistadores, los de las damas de la alta sociedad criolla y otros atributos indígenas.

Normalmente llevan largas cabelleras con tirabuzones, sombreros con plumas y flores, camisas de encaje, fajas, casacas de ricos brocados, calzones hasta las rodillas, medias de colores, zapatos con hebillas y lazos, cintas de seda y terciopelo..., además de las armas. También suelen llevar en las manos mechas para el gatillo y frascos para la pólvora colgados de la cintura.

Lo más curioso es que estos ángeles van armados con enormes arcabuces. A veces los llevan colgados del hombro, otras los están cargando con pólvora y otras están disparando.

En las colecciones de ángeles, se incluyen uno llevando una bandera o estandarte y otros tocando el tambor u otros instrumentos.

Se conservan numerosas colecciones en diversas ciudades de Latinoamérica y de España, señal de la gran popularidad que gozaron. De hecho, en otros lugares se realizaron series similares a las cuzqueñas o se copiaron directamente los modelos peruanos.

En una iglesia de Calamarca, en Bolivia, se conserva un conjunto de 36 cuadros de este tipo, representando distintas jerarquías de ángeles y arcángeles. Para que veamos el aprecio de sus habitantes hacia estas representaciones, les voy a contar una anécdota.

El año 1993 las autoridades bolivianas decidieron restaurar los cuadros de ángeles arcabuceros de Calamarca en el museo nacional de arte de la Paz, pero los indígenas de Calamarca rechazaron el traslado de sus ángeles. 

Solo lo aceptaron cuando se permitió que una delegación del poblado custodiara los cuadros durante el traslado y la restauración. Un grupo de nativos armados permaneció todo el tiempo que duró la restauración (más de seis meses) a las puertas del museo, haciendo turnos de guardia con fusiles de día y de noche, hasta que los cuadros regresaron a su poblado.
 
Este celo demuestra hasta qué punto los nativos se identificaron con la iconografía barroca en general y con sus ángeles en particular.

En el libro bíblico de Tobías se hace referencia a los siete arcángeles: «Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que presentamos las oraciones de los justos, y tienen entrada ante la majestad del Santo» (Tob 12,15).

En el libro apócrifo de Enoch se cota el nombre de estos siete arcángeles: «Siete son los grandes príncipes, hermosos, temibles, maravillosos, honorables, que están a cargo de los siete cielos. Ellos son: Miguel, Gabriel, Satquiel, Sajaquiel, Bakariel, Badariel y Pajriel. Todos ellos ciñen reales coronas, visten hábitos reales y se cubren con reales vestiduras».

El pseudo Dionisio Areopagita escribió en el siglo V un libro que trata de la jerarquía celestial. Agrupa a los ángeles en tres grupos con tres coros cada una (la primera tríada está compuesta de serafines, querubines y tronos; la segunda, de los coros de las virtudes, dominaciones y potestades; la tercera, de principados, arcángeles y ángeles).

El tema lo popularizó en el siglo XIII Jacopo de la Vorágine, en su libro "Leyenda Dorada": «Los ángeles no son todos iguales, sino que con arreglo a su condición están jerarquizados entre sí e integrados en tres grupos diferentes. Cada una de estas jerarquías consta de tres órdenes: a la primera de ellas, o Epifanía, pertenecen los serafines, querubines y tronos; a la segunda o Hyperfanía, pertenecen las dominaciones, virtudes y las potestades; a la tercera o Hypofanía, pertenecen los principados, los arcángeles y los ángeles. Se da cierta semejanza entre la ordenación o disposición de los espíritus celestiales y la que existes entre los diferentes poderes terrenos».

Estos órdenes y jerarquías se reflejan en los vestidos y atributos de estos cuadros, aunque hoy se conservan pocas colecciones completas.

Les propongo varias fotografías para que los disfruten. El abanderado y el tamborilero abren el desfile.










Publiqué esta entrada por primera vez el año 2012. La amplío y reedito 10 años después, en 2022.

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